miércoles, 8 de febrero de 2012

La práctica del arte


Del estante más alto y peor accesible de mi biblioteca rescato el primer libro de Antoni Tàpies que recoge diversos textos del pintor. Se trata de la edición castellana de La pràctica de l’art. Ed. Ariel, 1970. Esplugues de Llobregat (Barcelona), traducido por Joaquim Sempere y con fina portada de Alberto Corazón.


El libro, de bolsillo [¡me costó entonces 50 pesetas!], se me deshoja en las manos al ojearlo de nuevo después de 40 años sin volver a abrirlo [¡y MRRivero ('famoso en el mundo entero') se sigue quejando en Babelia de la encuadernación editorial hoy!]. No se reseña la imprenta gráfica responsable, que desde luego no sería Montaner y Simón en el Carrer d’Aragó, cuya sede aún no era la de la Fundación Tàpies [de la que enfrente existía, por lo menos hasta 1992, una famosa pastelería donde me deleitaba con sus delicias de chocolate cuando podía, esporádicamente, permitirme un lujo].


Como preveía, igual que todos los volúmenes que poseo, tiene varios, no muchos, subrayados. Sírvanme algunos de ellos para plantear un pequeño obituario a este artista que pintó mucho, quizás demasiado.
Unas primeras palabras suyas gozan ahora de un significado especial, que cada uno entienda como quiera:
“Si pinto como pinto es, en primer lugar, porque soy catalán.” I-rre-fu-ta-ble.
A su eterno informalismo  [galicismo (debido a Tapié) que en lugar de utilizar el prefijo latino culto in- con sentido privativo (como el griego a-) y significar, pretenciosamente, no-formalista (oxímoron, sí), ha tenido que acabar , usando la otra acepción, significando en su devenir más propiamente intrínseco, interno, al formalismo, dentro del formalismo] podemos aplicarle dos ungüentos de su propia medicina. Uno:
“Donde no haya verdadero impacto no hay arte. Cuando la forma artística no es capaz de producir el desconcierto en el ánimo del espectador y no le obliga a cambiar de manera de pensar, no es actual.”
Y otro, de mayor eficacia curativa:
“Una vez saturado el gusto de una época por un estilo determinado; una vez gastados, por decirlo así, los mecanismos para emocionar; una vez descubierta su trampa, se le hace imprescindible al artista hallar otras formulas que hagan ‘eficaz’ su obra.”

Amén.