lunes, 1 de abril de 2019

Bauhaus.


Cómo la Bauhaus mantuvo a los nazis acorralados, hasta que no pudo más.

‘El breve trayecto de la escuela de arte en Alemania muestra no una simple dicotomía, sino más bien cómo, con diversos grados de coraje, los individuos intentaron sobrevivir bajo la tiranía’.
por Darran Anderson. Escritor


"Juntos llamamos para planear y crear la construcción del futuro, que comprende todo en una forma única: arquitectura, escultura y pintura", declaró Walter Gropius en el Manifiesto Bauhaus de 1919.


[El edificio Bauhaus en Dessau de Walter Gropius se convirtió en el futuro que una vez imaginó: el epicentro de un enfoque de diseño, estilo y filosofía que impregna gran parte del presente. (Markus Schreiber / AP)]

Hay pocos símbolos de diseño y arquitectura moderna más icónicos que su edificio Bauhaus en Dessau. Y su construcción se convirtió en su futuro: el epicentro de un enfoque de diseño, estilo y filosofía que impregna gran parte del presente. Y, a pesar de todo, durante muchos años, el edificio fue abandonado. El futuro que Gropius había soñado parecía haber fracasado amargamente cuando la escuela fue cerrada por los nazis en 1932 y se convirtió en una carcasa bombardeada en 1945.
Hay, por cierto, verosimilitud en la leyenda de la disolución y restauración de la Bauhaus como un ejemplo de las fuerzas del bien que sucumben, pero eventualmente vencen, a las fuerzas del mal. Sin embargo, hay muchos relatos sobre la Bauhaus, y muestran no una simple dicotomía Bauhaus versus Nazis, sino más bien cómo, con diferentes grados de valentía y deseo, los individuos intentan sobrevivir frente a la tiranía.
Desde el principio, la derecha alemana tuvo en su punto de mira a Gropius y la Bauhaus. Nacida en el año revolucionario de 1919, con un manifiesto engalanado con una incandescente "catedral del socialismo", la Bauhaus parecía ser caldo de cultivo de los radicales. Había sido financiada por un estado con un gobierno de izquierda. Sus profesores fueron misteriosos artistas de vanguardia del extranjero. Algunos, como Kandinsky, tenían antecedentes de trabajo con organizaciones bolcheviques en la Unión Soviética (aunque el artista hubiera vuelto cansado del autoritarismo soviético). Su visionario líder, Walter Gropius, era izquierdista, internacionalista y utópico en un sentido práctico: incluso diseñaría el relampagueante "Monumento a los muertos de marzo" (1922) en memoria de los trabajadores asesinados al hacer derrotar el ultraderechista golpe de estado Kapp.


[Los intentos de los nazis por borrar la Bauhaus a través de acciones como la demolición del "Monumento a los muertos de marzo" de Gropius (1922) finalmente fracasaron, pero el destino fue cruel para algunos de sus miembros. Wikimedia Commons]

Sin embargo, también era un héroe de guerra alemán que de alguna manera había sobrevivido a numerosas experiencias devastadoras en el frente. Y aunque era miembro de organizaciones con tendencias radicales como Novembergruppe y Arbeitsrat für Kunst, Gropius ejercía una influencia típicamente moderadora, que prefería alcanzar su consciente progresismo, socialmente, a través del diseño en lugar de la política; creando viviendas para los trabajadores y lugares de trabajo seguros y limpios llenos de luz y aire (como la Fábrica de Fagus) en lugar de agitar a favor suyo. De hecho, los artistas serían trabajadores y viceversa. "Creemos un nuevo gremio de artesanos, sin las distinciones de clase que levantan una barrera arrogante entre el artesano y el artista", alentó. En la serie de letras ‘Cadena de cristal’, Gropius recibió el seudónimo de Maß (medida), con el significado de  "proporción", una cualidad por la que fue perseguido y que sería impugnada cuando la República de Weimar derivó hacia la oscuridad. El objetivo de Gropius era introducir alma en la era de la máquina. El de los nazis era introducir la máquina en el alma.
La oposición a la Bauhaus comenzó inmediatamente en Weimar. En cierto modo, representaba la oposición tradicional entre pueblo y traje [Nota bene: juego de palabras, como entre desaliñado y encorbatado], sólo que amplificada. Los lugareños criticaron a los extravagantes y andróginos estudiantes, a sus profesores extranjeros, a sus fiestas surrealistas, y a su orquesta casera que tocaba jazz y música folclórica eslava. En los entornos parroquiales, estos no sólo eran forasteros, sino también impostores que profanaban su preciosa academia de arte proverbialmente tradicionalista. Se convirtió en foco de desdén puritano y envidia, con rumores de lascivas conductas de carácter sectario (especialmente con los alumnos de Johannes Itten) y de sexualidad aventurera de los ‘bauhausianos’, todo financiado por los contribuyentes. Los periódicos y los partidos políticos derechistas aprovecharon cínicamente su oposición y la avivaron, intensificando su antisemitismo y enfatizando que la escuela era una amenaza cosmopolita para la pretendida pureza nacional. Finalmente, fueron expulsados ​​de la ciudad por completo.
Parece sorprendente que una escuela de diseño de enorme influencia sólo estuviera abierta durante 14 años, y sin embargo, es igualmente notable que durara tanto. Esto se debió casi por entero a la habilidad y determinación de Walter Gropius. Al mudarse a Dessau, Gropius diseñó su icónico edificio y la Bauhaus floreció brevemente, con alianzas forjadas con partidos de izquierda y de empresarios con visión de futuro como el innovador de la aviación Hugo Junkers. Sin embargo, la derecha en Alemania olfateaba sangre y continuó persiguiéndolos. Los periódicos continuaron con ataques contra el "palacio oriental" y la "sinagoga" que atestaban la Bauhaus, como pretendían, de "bolcheviques" y "marxistas culturales". Los partidos políticos, cada vez más nazis, llegaron después con acusaciones a ellos de infiltración comunista e irregularidades financieras, solicitando que se recortasen sus fondos, fuesen deportados sus profesores, y se demoliera el edificio. Los alumnos fueron sometidos a registros por parte de las autoridades, buscando evidencias de sedición.
Satirizado en la prensa y amenazado en la vida real, Gropius trabajó incansablemente para mantener la escuela con vida. Gran parte de ello requería evitar que se entregara munición a sus numerosos enemigos. Exhortó que no se vieran a los estudiantes en marchas políticas o protestas. Recolectó los folletos de Oskar Schlemmer que habían enfatizado los orígenes radicales de la Bauhaus como un "punto de reunión para todos aquellos que, con fe en el futuro y voluntad de asaltar los cielos, desean construir la catedral del socialismo". Eventualmente, Gropius sacrificó su propia posición para salvar la escuela, manteniendo los pies en el suelo y a la sombra, pero mantuvo la autoridad suficiente para eliminar a su sucesor, Hannes Meyer, cuando se hizo evidente que estaba permitiendo que los elementos comunistas crecieran entre la población estudiantil.
A medida que la región estuvo bajo el dominio nazi, la Bauhaus se vio obligada a abandonar Dessau, refugiándose, tras recibir ofertas de Leipzig y Magdeburg, como escuela privada en Berlín bajo el liderato de su director final, Ludwig Mies van der Rohe. A pesar de ser un sobresaliente arquitecto, Mies no encajaba suficientemente, estaba relajado y aislado, y la Bauhaus ya no era la institución que alguna vez había sido. Cuando los nazis intensificaron su presión, Mies intentó aplacarlos, despidiendo a la maestra textil Gunta Stölzl, por ejemplo, pero los esfuerzos fueron inútiles. La Gestapo selló el edificio y, después de tratar de negociar con el futuro criminal de guerra Alfred Rosenberg, quien insistió en la remoción de profesores judíos y extranjeros y un control nazi del programa de estudios, Mies cerró la Bauhaus.
En última instancia, la Bauhaus sobrevivió porque abandonó el edificio. Los bauhausianos fueron dispersados ​​por todo el mundo en el exilio. La pérdida de Alemania fue tan numerosa como la ganancia de otros países, ya que los profesores y estudiantes se llevaron la ética del proyecto a lugares como Tel Aviv, Chicago, Detroit, Tokio y Ámsterdam, a través de la arquitectura, el arte y el diseño industrial.
En este año del centenario, existe la tentación de celebrar la victoria a largo plazo de la Bauhaus sobreviviendo a los nazis y creando futuro. Sus intentos de borrar su existencia, destruyendo el mural de la escalera de Schlemmer en el edificio en Weimar de la Bauhaus y demoliendo el "Monumento a los muertos de marzo" de Gropius, fracasaron. Sin embargo, este no era un mito excepcional. La Bauhaus fue muchas cosas, y los destinos de los bauhausianos fueron innumerables. Establecido como profesor en Harvard, Walter Gropius se afanó con inmensa generosidad a través de su lista de contactos, para ofrecer trabajo a otros exiliados de la escuela, ayudándoles a obtener visados que les salvaron la vida e incluso acomodándolos en su propio hogar hasta que encontraron una posición. Como caso infructuoso, Gropius intentó solicitar nada menos que al Papa que el arquitecto polaco Syrkus Szymon fuera liberado de Auschwitz. Szymon terminaría diseñando invernaderos para la sección de agricultura del campo bajo órdenes de las SS, la organización paramilitar de Adolf Hitler.
Muchos de los que se quedaron en Alemania, como Georg Muche y Gerhard Marcks, tuvieron que padecer un exilio interno, despedidos de sus cargos docentes debido a su pasado en la Bauhaus, con prohibición de pintar y etiquetados como "artistas degenerados". Algunos como el pintor Heinrich Brocksieper o el diseñador Wilhelm Wagenfeld experimentaron parecido tratamiento y luego fueron reclutados en el ejército alemán. Hugo Junkers, el patrón de la aviación, pacifista de izquierdas y benefactor de la Bauhaus, fue puesto bajo arresto domiciliario por resistirse a su relevo por los nazis y murió poco después, en pocas palabras, como un hombre arruinado.
Algunos se expusieron por poco. Margret Rey, artista judeo-alemana nacida en Hamburgo, huyó de París cuando cayó en manos de los nazis en una bicicleta construida por su esposo a partir de un tándem. Circularon por España para escapar, con su manuscrito de ”Jorge el curioso” todo el tiempo en su equipaje. Habiendo llegado a Inglaterra, el ex alumno judío de la Bauhaus Ludwig Hirschfeld Mack fue deportado rápidamente a Australia como sospechoso de ser ciudadano enemigo, donde subsistiría en una serie de campos de internamiento. Expulsada por tener antecedentes judíos, la maestra de alfarería Marguerite Friedlaender escapó a Nueva York, pero su esposo y compañero bauhausiano Frans Wildenhain fue obligado a ingresar en el ejército alemán, del que desertó en un permiso y sobrevivió a la guerra.
La resistencia tomó diferentes formas, a menudo utilizando habilidades perfeccionadas en la Bauhaus. La fotógrafa Irena Blühová publicó revistas clandestinas en la Checoslovaquia ocupada, mientras que Moses Bahelfer falsificó documentos fraudulentos para la Resistencia francesa. Will Burtin creó manuales para la Fuerza Aérea Aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Bruno Adler transmitió propaganda contra los nazis en el Tercer Reich a través del Servicio Mundial de la BBC. Otros encontraron una manera de continuar, por un tiempo. La creadora de los simbólicos bloques desmontables infantiles de madera, Alma Siedhoff-Buscher, comenzó a enseñar a los niños a usarlos con métodos prohibidos a la Bauhaus hasta que un avión aliado que regresaba de un bombardeo descargó indiscriminadamente su último cargamento sobre el edificio en el que estaba trabajando. El destino fue cruel para algunos, como el artista textil Otti Berger, quien, después de haber escapado a Gran Bretaña, regresó momentáneamente a Croacia para ayudar a su madre enferma y fue asesinado en el Holocausto. Quizás el más inquietante de todos fue el destino de la artista, diseñadora y profesora de la Bauhaus, Friedl Dicker-Brandeis, quien rechazó el visado para escapar, prefiriendo quedarse con su esposo. Ambos fueron enviados a Theresienstadt, donde ella estableció allí una escuela para los niños traumatizados, animándolos a expresar sus emociones a través del arte. Guardó miles de estas obras en un par de maletas que sobrevivieron a la guerra y al Holocausto. Ella, y muchos, si no todos los niños que los crearon, no lo harían.

 [Unos herreros sostienen una puerta de entrada original desmontada con el lema 'A cada uno lo suyo' en el antiguo campo de concentración nazi de Buchenwald, cerca de Weimar, Alemania. Fue diseñado por Franz Ehrlich, un bauhausiano activista comunista que fue arrestado por los nazis y enviado a Buchenwald. Sobrevivió debido a su experiencia en diseño. (Jens Meyer / AP)]

Una minoría de bauhausianos dejó un comprometido legado, especialmente aquellos que colaboraron con los nazis o se unieron a ellos, como el arquitecto Ernst Neufert y el profesor de psicología de la gestalt Karlfried Graf Dürckheim. Otros jugueteaban en su compañía, a veces de buena gana, como Herbert Bayer, cuyo acuerdo inicial con el régimen no podía durar, dado que tenía una esposa y una hija judías. Las inquietantes complejidades de quienes intentaron sobrevivir a los tiempos, alcanzaron su punto más profundo con el caso de Franz Ehrlich. Bauhausiano activista comunista, fue arrestado por los nazis y enviado al campo de concentración de Buchenwald. Mientras estuvo allí, sobrevivió debido a su experiencia en diseño, y produjo las puertas del campamento adornadas con el eslogan Jedem das Seine ("A cada uno lo suyo") en letras modernistas, ya sea como acto de subversión o como profunda traición. Es una sugestión, quizás de un mundo paralelo, en que la Bauhaus, siguiendo los intentos de tanteo de Gropius de mediar o los esfuerzos más entusiastas de Mies para lograr un acuerdo, se alineara ella misma con el Tercer Reich. Esto no ocurriría y ambos se exiliaron, pero sus últimos intentos de comisionar antes de dejarlo son inquietantes recordatorios de que la historia es contingente.
"Los artistas son fundamentalmente apolíticos y deben serlo, porque su reino no es de este mundo", declaró Oskar Schlemmer. Fue un enfoque que su patrón Walter Gropius siguió también. En esto, ambos estaban equivocados, y eran demasiado utópicos, porque el mundo real es ineludible. Sin embargo, Gropius era político, no en retórica o ideología, sino en método y práctica. Renunció al Deutscher Werkbund cuando sus miembros judíos fueron excluidos. Se enfrentó a los matones nazis que lo amenazaron en su casa, declarando que no tenían exclusividad sobre lo que significaba ser alemán. Cuando el gerente de su oficina apareció vistiendo un uniforme nazi, Gropius lo despidió al momento. Esto no supone que el utopismo de Gropius "evasión de la política" no sea una posibilidad atractiva. El director constató que el 90 por ciento de su tiempo se desaprovechó en negociar con los intrigantes y la administración, mientras que solo el 10 por ciento se dedicó al trabajo creativo para la Bauhaus. Vale la pena preguntarse qué se perdió, considerando lo que logró ese 10 por ciento, así como qué se perdió con los crueles asesinatos de personas como Berger y Dicker-Brandeis y sus hijos.
El espíritu de la Bauhaus sigue viviendo, no solo en estilo y carácter, sino en la idea de diseñar un futuro mejor: no sólo útil y hermoso, sino mejor para todos. Esta tarea está tan abierta e incompleta como siempre. Si el espíritu de la Bauhaus verdaderamente está vivo, su trabajo todavía no se ha terminado.


[publicado el11 de marzo de 2019 en Citylab]