miércoles, 4 de marzo de 2015

Rosset, post-scriptum.



Nota bene sobre Wittgenstein:

Aunque Wittgenstein deseaba una filosofía 'compuesta enteramente de chistes', Rosset admiraría en el austríaco [ver el post-scriptum] su extraordinaria resistencia a la evidencia, a la evidencia aparente que aparece tan evidente que no se podría poner en duda.

Si el filósofo, dice Rosset, es aquel que se asombra de todo y duda de todo, como Sócrates que detiene a los paseantes para preguntar por ejemplo al juez si sabe lo que es lo justo, Wittgenstein sería de los que tropieza con los problemas más simples, aquellos cuya enunciación parece contener de antemano una respuesta. En Wittgenstein, todas las respuestas serían puestas en duda y ninguna cuestión sería verdaderamente resuelta. Es la evidencia misma la que ya no encontraría lugar en el edificio filosófico.

Wittgenstein, según Rosset, a partir del momento en que una proposición parece evidente, se interrogaría sobre su sentido y se daría cuenta de que este sentido no se explica en absoluto por el hecho de que esta proposición vehicularía simplemente una verdad evidente. La prueba es que siempre logra imaginar un caso en el que la proposición más manifiestamente verdadera deja de ser válida tras haber imaginado un contraejemplo o haberla llevado a una situación absurda. Pero esa afinidad de Wittgenstein con el razonamiento lógico o matemático estima Rosset que estaría al servicio de la filosofía, al servicio de la lucha filosófica contra las falsas evidencias, contra el conjunto de las proposiciones razonablemente enunciables. Pues no habría evidencia que no fuese sostenida por un lenguaje que la expresase y este lenguaje siempre causaría problemas. Cualquiera que fuese la proposición contemplada, Wittgenstein le opondría el problema de la significación en general. El lenguaje es nuestra herramienta cotidiana, sabemos más o menos cómo procede en cada caso, pero ignoramos lo que lo hace funcionar en general pero, a la vez, que no logremos comprenderlo. Hablar sin comprender, entonces, sería la paradoja central del pensamiento de Wittgenstein, de acuerdo con Rosset.

Wittgenstein demostraría con los usos que se hacen del lenguaje su existencia, pero no demostraría en qué consiste el lenguaje y cómo puede definirse. O más bien, considera Rosset, que tendería a establecer que para el hombre no hay comprensión del lenguaje. Porque el lenguaje se confundiría con su propio funcionamiento y escondería allí su secreto. Lo que se expresaría en el lenguaje sería un pensamiento general y colectivo más bien, pero no expresaría una verdad análoga a las demás verdades. Es por ello que podemos conocer tal o cual verdad, pero no la verdad, y aún menos el sentido único que elucidaría lo que hay de verdadero en todas las proposiciones diferentes. Pues hay tantos sentidos como verdades expresables y proposiciones para enunciarlas.