lunes, 31 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [y VIII]


DECIMOPRIMERA.
En Benjamin, la ‘traición de los intelectuales’ radica en el servilismo con el que se imponen a sí mismos prejuicios y estados de ánimo. Este conformismo intelectual, la concomitante actitud derrotista-defensiva son precondiciones para la formación y diseminación discursiva del nacionalismo y el racismo, del imperialismo y el fascismo, escribe Raunig.
Los intelectuales deben abandonar sus lugares seguros, su publicidad y visibilidad desde las cuales creían poder emitir críticas universales. Deben desarrollar nuevos modos de comportamiento que alteren las situaciones de clase y hagan cambiar las relaciones.

DECIMOSEGUNDA.
La inteligencia revolucionaria y el arte político, en este momento, tienen no sólo a su cargo la tarea ‘destructiva’. Se convierten en obstinados componentes del intelecto transversal, activistas artístico-políticos.
Refuncionalizar, socializar, organizar, esta es la cuestión.
Lo que importa entonces es que las prácticas actuales de arte político generen propuestas para refuncionalizar las formas hegemónicas de producción de arte y de conocimiento.
Ya no es cuestión, agrega Raunig, de transformar la función de los géneros artísticos existentes, sino recomponer políticamente los nuevos modos de producción y de comportamiento mediante una cooperación distribuida, activando su potencial.
Lo que importa es que el arte político promueva la socialización de los medios in/materiales de producción. La producción del común, contra la división privatizadora de los espacios y las instituciones. Igualmente, lo que importa es que el arte político encuentre nuevos caminos para que quienes actúan en el campo cultural se organicen en el proceso de producción.
En lugar de organizarse jerárquicamente, el medio maquínico se organiza a sí mismo con la ayuda de formas de organización transversales. Movimiento que consiste en un medio sin mediación, en un medio sin fin también del arte político.



Vide: [*] La maquínica del arte político. Gerald Raunig. Ed. Consonni. Bilbao, 2014.
[**] El autor como productor. Walter Benjamin. Ed. Itaca. México, 2004.

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viernes, 28 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [VII]


            NOVENA.
Benjamin exige ir más allá de reordenar las instituciones existentes. No es suficiente, insiste Raunig, tomar en consideración la posición del arte o del artista en el proceso de producción. No es suficiente abastecer al aparato de producción burgués con contenidos por revolucionarios que sean.
Benjamin plantea la exigencia de “no abastecer al aparato de producción sin irlo transformando al mismo tiempo”.
Se trata de subvertir por completo las relaciones, la vida cotidiana, la sociabilidad, etc.
Más allá de la crítica de las instituciones se procura que las prácticas devengan en instituciones prácticas instituyentes.

DÉCIMA.
La práctica del arte político “nunca será sólo el trabajo sobre los productos, sino ya, al mismo tiempo, el trabajo en los medios de producción”.
Las competencias artísticas incluyen la habilidad de experimentar con formas de organización, con formas de recomposición social. Diferenciándose, por parte del capitalismo maquínico, de la producción procesual no orientada a la realización de una obra final.
La función organizadora del arte político no tiene que ver con modelar los materiales en un proceso sin fin, sino que adquiere el carácter de producción de nuevas formas de organización.
Se trata, explica Raunig, de nuevas formas de organizar aparatos de producción locales, pero también formas sociales de producción en red, como una manera de organización múltiple.
La socialidad surge precisamente en los intersticios de las máquinas sociales, mediáticas y corporales. Producir lo múltiple significa concatenar esas máquinas.

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lunes, 24 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [VI]


            SÉPTIMA.
Benjamín opone al Geamtkunstwerk dramático -la obra de arte total- el laboratorio dramático, busca “descubrir elementos de la realidad como una serie de experimentos”.
Esta investigación experimental es un modo de investigación militante que hace uso de medios artístico-políticos, añade Raunig. Su interés reside en cómo se investigan y producen situaciones.
El laboratorio dramático no busca separar una situación específica de su ecología, sino que opera una difusión transversal, viral, maquínica de la situación en la mayor medida posible y en el momento de ser descubierta o producida. A la investigación militante le interesa menos desarbolar el orden de una disciplina que desbaratar la separación totalizadora de la producción y la recepción, así como sus jerarquías.

OCTAVA.
Cuando se trata de sugerir soluciones desde la práctica artística, Benjamin propugna que “ciertos trabajos ya no deben ser vivencias individuales, sino estar dirigidos al uso (transformación) de determinadas instituciones”. Una ‘refuncionalización’ que no debe tener un efecto espectacular, debe suponer decodificación y recodificación, reorganización y remontaje de situaciones.
La refuncionalización implica así dos componentes: la suspensión y recomposición de dichas situaciones.
En los flujos del capitalismo, la refuncionalización, como expone Raunig, consta inicialmente de una actitud crítica y constituyente de modos no serviles de subjetivación. También se aplica a las estructuras: implica también, en última instancia, la interrupción de los procedimientos institucionales y la refuncionalización radical de las instituciones existentes. 

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viernes, 21 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [V]


            SEXTA.
La primera exigencia planteada a los trabajadores del arte y del conocimiento es por tanto el ser conscientes de su posición en el proceso de producción, especialmente con el fin de no situarse al lado de los acontecimientos de las luchas sociales como meros observadores. “El lugar del intelectual en la lucha de clases sólo se puede determinar sobre la base de su posición en el seno del proceso de producción”, dice Benjamin.
Este lugar de observar paralelo al objeto del estudio, sería el de un “mecenas en lo ideológico: un lugar imposible”.
Para Benjamin, “el aparato burgués puede asimilar y propagar enormes cantidades de temas revolucionarios sin que su propia subsistencia sean puestas en cuestión”.
Lo que Benjamin reflexiona a propósito del mecenazgo ideológico “se ha logrado incluso convertir la miseria en objeto de disfrute al retratarla mediante la perfección técnica”. Su función es estetizar y espectacularizar la miseria del mundo y hacerla digerible, ofreciéndola entonces al público para su disfrute. Y el cínico final de esta cadena de apropiación es que se convierte no sólo la mostración de la miseria, sino incluso “la lucha contra la miseria en un objeto de consumo”.
El problema fundamental de los intelectuales mediáticos no es, según Raunig, su pertenencia a la clase burguesa, ni sus modos narcisistas de subjetivación, ni el manierismo con el que autoglorifican incluso su supuesta condición de excluidos, sino la personificación del intelectual en una figura individual.
“La proletarización del intelectual casi nunca tiene por resultado un nuevo proletario”, afirma Benjamin.

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miércoles, 19 de agosto de 2015

Doce tesis sobre W. B. [IV]


           CUARTA.
“La mejor tendencia sin duda es errónea si es que no nos indica la actitud en que hay que seguirla”. Con la ayuda de varios ejemplos del arte ‘burgués de izquierdas’ de su época, Benjamin intenta mostrar en "El autor como productor" que “la tendencia política, aunque parezca revolucionaria, actúa de manera contrarrevolucionaria”. No se trata por tanto del conjunto de las opiniones subjetivas del autor, sino de situar la práctica artística en las propias relaciones de producción. Este cambio de enfoque es el paso decisivo en la argumentación de la obra.
No se trata, aclara Raunig, siguiendo el concepto de tendencia, de una diferencia entre el contenido y la forma, sino entre una tendencia que imagina que su sustancia se encuentra en el sujeto autor y otra que ilumina la relación móvil entre subjetividad y estructura. Lo que interesa no es cómo el artista se relaciona sino qué actitud se puede descubrir y desarrollar con vistas a ‘cambiar el mundo en un proceso muy ramificado’.
En el contexto contemporáneo, existen sedimentos de la relación entre actitud y relaciones de producción. Estos conceptos no implican hoy meramente lugares comunes domesticados o subgéneros artísticos limitados, sino criterios que marcan un modo crítico-reflexivo de tratar con los aparatos de Estado tanto del campo artístico como de otros campos de la producción que lo circundan; son procedimientos y componentes fundamentales del arte político.

QUINTA.
Por la técnica, de acuerdo con Benjamin, la práctica artística se vuelve accesible a un análisis materialista y el concepto de técnica representa el punto de partida para superar la contraposición estéril que se da entre forma y contenido.
La idea benjaminiana de técnica no está de ningún modo marcada por el determinismo técnico, opina Raunig. La imagen del progreso lineal se puede deducir tanto si la Historia es la de los vencedores relatada por el historicismo, o la de los vencidos, ya que estos tipos de historiografías sólo engendran subordinación, servidumbre y obediencia.
La innovación técnica significa la aparición de nuevos aparatos y no es una esfera separada de la mecánica. La revolución técnica implica desde dispositivos técnicos hasta actitudes corporeizadas y máquinas sociales. El ser humano es otro componente de esta máquina, conectado con el resto de componentes. En una ecología maquínica de las cosas, de los cuerpos y las sociabilidades, los modos de comportamiento deben practicarse y mantenerse.

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