miércoles, 26 de noviembre de 2025

Distancias [y II].

[by Google]

2)

En la cultura de la falta de respeto y la indiscreción genuinas de la comunicación digital, las shitstorms ('tormentas de mierda') son posibles. La comunicación digital hace posible un transporte inmediato del afecto. Ya que ella transporta más afectos que la comunicación analógica.

El respeto como medio de comunicación ejerce un efecto semejante al del poder. La persona respetable incluso es imitada como modelo. El respeto impone distancia. A una persona de respeto no la cubrimos con una shitstorm. Tanto  el poder como el respeto ejercen un efecto de distanciamiento. La shitstorm indicaría que vivimos en una sociedad sin respeto recíproco.

La comunicación del poder no es dialogística, explica Han. El poder es una relación asimétrica. Y el respeto no es por definición una relación asimétrica. También es posible un respeto recíproco, que se basa en una relación simétrica. El tejido digital favorece la comunicación simétrica. Cada uno es emisor y receptor, consumidor y productor a la vez. Esa simetría es perjudicial al poder. El reflujo comunicativo destruye el orden del poder.

El poder como medio de comunicación se cuida de que ésta fluya veloz en una dirección. La comunicación del poder intenta reducir considerablemente el barullo y el ruido, es decir, la entropía comunicativa. Por ello el barullo o el ruido sería una referencia acústica de la incipiente descomposición del poder.

Según Carl Schmitt, era soberano el que decidía sobre el estado de excepción. Ahora es soberano el que tiene la capacidad de engendrar un silencio absoluto, de eliminar todo ruido, callar a todos de golpe.

Como también la shitstorm constituye un ruido comunicativo, después de la revolución digital, dice Han, tendríamos que redactar la frase de Schmitt de nuevo: “es soberano el que dispone sobre las shitstorms de la red”.


Distancias [I].

 
 [by Google]

Continúa la lectura de Byung-Chul Han.

1)

‘Respeto’, escribe Han, significa mirar de nuevo hacia atrás, presupone una mirada distanciada, un pathos de la distancia. Por contra, hoy se deja paso a la mirada sin distancias propia del espectáculo. Spectare sería un alargar la vista, pero sería una actitud a la que le falta el respeto (respectare). La distancia es lo que distingue el ‘respectare’ del ‘spectare’. Una sociedad sin respeto conduce a la sociedad del escándalo.

La decadencia  general de los valores erosiona la cultura del respeto. Los modelos actuales carecen de valores interiores. Se distinguen por cualidades externas. Y donde desaparece el respeto, decae lo público. Lo público presupone el distanciamiento, apartar la vista de lo privado bajo la dirección del respeto. Hoy reina una creciente falta de respeto, una falta de distancia, en la que la intimidad es expuesta públicamente y lo privado se hace público. Sin distancia tampoco es posible ningún decoro.

La comunicación digital deshace las distancias y la técnica del aislamiento genera veneración. Según Han, la destrucción de las distancias espaciales va de la mano con la erosión de las distancias mentales. La comunicación digital fomenta esta exposición pornográfica de la intimidad.

El medio digital privatiza la comunicación, desplaza la producción de información de lo público a lo privado. Barthes definió la esfera privada como “esa zona del espacio, del tiempo, en la que no soy una imagen, un objeto”. Ya no es posible la esfera privada. Y no tenemos hoy ninguna esfera privada, pues no hay ninguna esfera donde no haya ninguna cámara.

Así mismo, la comunicación anónima fomentada por el medio digital, destruye masivamente el respeto. Anonimato y respeto se excluyen entre sí. El nombre es la base del reconocimiento. Va unido a la responsabilidad, la confianza y la promesa. Y el medio digital, que separa el mensaje del mensajero, la  noticia del emisor, destruye el nombre.
 (sigue)

Indignados.

 
[by Google]

Seguimos leyendo a Byung-Chul Han.

Las olas de indignación que resultan muy eficientes para movilizar la atención, no son apropiadas, en virtud de su volatilidad, para configurar el espacio público, ya que para la formación de lo público es necesaria la distancia, escribe Han. Ni tampoco el discurso público. Les faltan la estabilidad, la constancia y la continuidad indispensables para dicho discurso.

La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo.

Dicha sociedad indignada carece de firmeza, de actitud. La rebeldía, la histeria y la obstinación características de las olas de indignación no permiten, como se ha dicho, ningún diálogo, ningún discurso.

Es más, las olas de indignación muestran una escasa identificación con la comunidad. No constituyen ningún nosotros estable que muestre una estructura del cuidado conjunto de la sociedad [de ahí Arcadio Espada y su sí ‘Podéis’, no ‘Podemos’]. Y es que la preocupación de cada uno de los ‘indignados’ es una preocupación por sí mismo.

Por otro lado, la actual multitud indignada es fugaz y dispersa. Le falta masa, gravitación necesaria para las acciones [y según Elias Canetti, la masa ama la densidad]. Es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción. La indignación digital no es capaz de acción ni de narración.  Y no engendra ningún futuro.


Enjambres [y II].

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(continúa)

El enjambre digital, según Han, se distingue de la masa porque el enjambre no es una masa, ya que no es inherente a ningún espíritu. El enjambre digital consta de individuos aislados. La masa estaba estructurada de manera distinta. [Obsérvense aquí los conceptos prestados del antifreudiano Canetti, E.- Masa y poder. Muchnik Ed. Barcelona, 1977]. Los individuos individuales se fundían en una nueva unidad en la que ya no tenían ningún perfil propio. La masa no era volátil, sino voluntaria y no constituía concentraciones fugaces, sino formaciones firmes. Era susceptible de la acción común. Y una masa decidida a la acción común engendra poder.

Para la subsistencia misma de la masa y para la prevalencia del sentimiento de igualdad entre sus integrantes (las diferencias entre los individuos se habrían diluido en pos de la fuerza común) es fundamental que exista una meta colectiva (un elemento de cohesión de la masa) que esté por encima de las metas individuales de los integrantes.

Masa es poder, pues, pero al enjambre digital le falta un alma o un espíritu de la masa. La actual erosión de lo comunitario hace cada vez menos probable una acción común. Los enjambres digitales se disuelven tan deprisa como han surgido, no desarrollan energías políticas capaces de cuestionar las dominantes relaciones de poder.

El homo digitalis, como lo denomina Han, mantiene su identidad privada, aun cuando se presente como parte del enjambre. Se manifiesta de manera anónima, pero tiene un perfil. En lugar de ser nadie, es un alguien. En cambio el nadie de los medios de masas se disuelve en la masa y no puede ser anónimo porque es un nadie. El homo digitalis se presenta de manera anónima, pero no es ningún nadie, sino que es un alguien, a saber, un alguien anónimo.

También el mundo del hombre digital muestra una topología distinta. Le son extraños los lugares de concentración de masas. Los habitantes digitales de la red no se congregan. Constituyen, dice Han, una concentración sin congregación. Antes los medios electrónicos congregaban a hombres, mientras que ahora los medios digitales los aíslan. El enjambre digital, por contraposición a la masa, no es coherente en sí. No se manifiesta en una voz. Por eso es percibido como ruido.

La masa más silenciosa es la de los enemigos muertos’, decía Canetti (a propósito de la guerra).


Enjambres [I].

[by Google]

Leyendo el pensamiento reaccionario de Byung-Chul Han .- En el enjambre
Herder Ed. Barcelona, 2014.

Gustave le Bon definía a finales del XIX la modernidad como la ‘época de las masas’. La sociedad debía contar entonces con el poder de las masas. Pero para Le Bon, la rebelión de las masas conducía tanto a la crisis de la soberanía como a la decadencia de la cultura.
[Luego vendría Ortega y Gasset con la masa y la minoría como distintas clases de hombres, no de clases sociales].

En el siglo XXI, según Hardt y Negri, la globalización desarrollaría dos fuerzas contrapuestas. Por una parte, el ‘imperio global’, un orden capitalista de dominación desligado del territorio. Y por otra parte, la ‘multitud’, una composición de singularidades que se comunican entre sí y actúan en común a través de la red. Sus principales escritos se titulan precisamente Imperio y Multitud. En ellos definen la ’multitud’ como una clase que es capaz de acción común.

Pero hablar de clase, les rebate Han, sólo tiene sentido dentro de una pluralidad de clases. Y lo cierto es que la multitud es la única clase. Ya que pertenecen a ella todos los que participan en el sistema capitalista. Y el imperio global no es ninguna clase dominante que explote a la multitud, pues hoy cada uno se explota a sí mismo, aunque se figura que vive en libertad. Hardt y Negri no conocen esta lógica de la propia explotación. Además, en el imperio propiamente no gobierna nadie. Él constituye el sistema capitalista mismo. Y hoy es posible una explotación sin dominación. Lo que caracteriza la actual constitución social no sería la multitud, sino más bien la soledad (non multitudo, sed solitudo), una decadencia general de lo común y lo comunitario, con desaparición de la solidaridad.

Volviendo a la masa, lo que nos encontramos hoy, escribe Han, es una transición crítica cuyo responsable es la revolución digital. Y la nueva masa sería el enjambre digital


(sigue)

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Crítica neumática.



Papini y Miguel Ángel.

- Al año de publicación en España del libro de Papini sobre Miguel Ángel [*], encontramos ya esta reseña universitaria que, resumida, reproducimos porque nos da una idea de la recepción que el escritor italiano tenía en nuestro país:

Siempre fue tentadora la biografía de Miguel Ángel, hombre representativo de las más altas actividades artísticas, pero también ejemplar humano entre los más destacados de la Edad Moderna.
Incluso Papini cedió a la seducción de escribir sobre el artista florentino, abandonando temporalmente su habitual línea de creación literaria. Para ello manejó las clásicas fuentes biográficas acreditadas y también las cartas del escultor que fueron objeto de nueva exégesis por su parte.
El artista fue un hombre en la vida de su tiempo y Papini un valedor de su transcendencia a someterse a una voluntariosa acción para responder adecuadamente a la intensidad vocacional en que estuvo inmerso hasta el último instante de su vida.
El libro está escrito con la pasión característica de la prosa del autor, sin que falten compactos párrafos encomiásticos. El texto, traducido por Carlos Povo Domingo, se ilustra con infrecuentes grabados relacionados con el genio. Abundan las citas de versos italianos que llevan en ocasiones su traducción a pie de página y otras, no y existe algún giro en aquélla que está sin justificación, determinado por modismos que afean la cuidadosa precisión. [**]

- En la Nota preliminar del libro ya nos advierte el traductor que Papini “procura no ser injusto, pero no pretende ser imparcial”.
 Pero oigamos al propio autor en su Prólogo, en una paráfrasis que muestra lo mejor de su afilada pluma, ya que muchas de sus apreciaciones podrían seguir resultando vigentes hoy:

Escribo esta Vida por el deseo de lograr una biografía más viva, más rica, más original que las escritas hasta ahora.
Las hay insípidas, imaginativas y archieruditas, bastante contagiadas de la insufrible pedantería profesoral. Vasari y Condivi eran más juiciosos que nuestros aerostáticos metahistoriadores. Muchos de ellos contaminados por los humores románticos.
Una de las más ridículas y dañinas perversiones de la crítica consiste en disecar y desmenuzar hasta el infinito las obras famosas sin tener en cuenta al autor y su vida. Como algunas monografías, pringoso fruto de la mucosa nasal de estos críticos neumáticos.
El método o, mejor dicho, la extravagante martingala de estos abstracteurs de quintessence estética recuerda el título de un librillo ‘Lucina sine concubitu’ [Preñez sin apareamiento], pero la obra ha sido engendrada por un ser creador.
Disquisiciones, interpretaciones, disertaciones, controversias y discusiones no faltan, pero no son asunto mío. No me he dejado vencer por la tentación de ornamentales mariposeos o pegaseas galopadas, sin pedantescas y enfadosas digresiones he cuidado no caer en el genre ennuyeux.

 
  B. Kliban]



Notas:
[*] Giovanni Papini.-Vida de Miguel Ángel en la vida de su tiempo. Ed. Aguilar S. A. Madrid, 1950.

[**] Vide Reseña bibliográfica. José Sánchez Moreno: Papini.-Vida de Miguel Ángel en la vida de su tiempo.
Anales de la Universidad de Murcia 1950-1951, Vol. IX, 1º, 2º, 3º y 4º trimestre



Inmaculadas.


Lucina Sine Concubitu*:
'Una carta humildemente dirigida a la Sociedad Real, en la cual se demuestra, por la más incontestable de las evidencias, extraída de la razón y la práctica, que una mujer puede concebir habiendo sido llevada al lecho sin ningún comercio carnal con un hombre'.

En 1750 la Sociedad Real Británica** recibió un curioso informe titulado ‘Lucina Sine Concubitu’, que traducido significa ‘Embarazo sin Coito’.

En la carta, el autor argumentó que las mujeres podrían quedar embarazadas sin haber participado en ninguna actividad sexual, debido a la presencia de microscópicos ‘animales flotantes’ presentes en el aire. El escritor afirmó haber aislado algunas de estos animales usando ‘una máquina maravillosa, cilíndrica, catóptrica, rotundo-cóncavo-convexa’. Cuando examinó estos animales bajo un microscopio, los encontró conformados como hombres y mujeres en miniatura. Este descubrimiento, sugirió, sería un largo camino hacia la restauración del honor de las mujeres que no podrían explicar su embarazo. Un grabado que acompañaba a la carta mostraba un “animálculo” flotante que se aproximaba a una mujer dormida.


El autor concluyó proponiendo que, a los efectos de la experimentación, un edicto real debería prohibir la copulación durante un año.

La carta fue firmada por Abraham Johnson, pero éste era un seudónimo de Sir John Hill, botánico de profesión. Su intención era aparentemente satirizar la teoría del ‘espermatozoide’, que sostenía que los espermatozoides eran en realidad pequeños hombres (homunculi) que, cuando se introducían dentro de las mujeres, crecían en niños.
Hill escribió y publicó la carta como una burla hacia la Royal Society, en venganza por su rechazo como candidato a miembro de la misma***.

La carta resultó muy popular y se imprimió y se distribuyó ampliamente en toda Europa, así, en Francia como “La génération solitaire”.

TM.

Enlaces y referencias:
** Cf. Evans, R. J. W. and Marr, Alexander (eds.) (2006).- Curiosity and Wonder from the Renaissance to the Enlightenment. Ashgate Publishing, Ltd.
*** Cf. Wright, Thomas (1904).- Caricature history of the Georges. (ed. or. 1868), Chatto & Windus.