miércoles, 30 de octubre de 2024

Maestro Moneo

 (by google)

 

Rafael Moneo en la ETSAB. 

[Recordando ayer la esquina Paseo de Gracia/ Calle Aragón, donde viví, estudiando, hace cuarenta y cinco años].


En 1971, Rafael Moneo era un joven de 34 años que se estrenaba en la Cátedra de Elementos de Composición de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB). Ya había impartido clases como profesor adjunto en Madrid, donde se había graduado en 1961. Pero fue en Barcelona donde desarrolló el corpus teórico de su manera de ver la arquitectura, de su forma casi humanista de desvelarla, de hacerla sentir como «el espacio en que vive el hombre».

Cuando llegó a Barcelona en la primavera de 1971, la facultad de Arquitectura estaba cerrada por las revueltas estudiantiles que enfrentaban los últimos estertores del franquismo.

Un cuidado volumen de más de 500 páginas recoge las clases del arquitecto Rafael Moneo. Una manera de enseñar arquitectura. Lecciones desde Barcelona 1971-1976: los ejercicios prácticos que ponía a los alumnos, la bibliografía obligatoria (de Vitruvio a Umberto Eco), los temas de disertación en los cursos de doctorado (las teorías de Viollet-le-Duc o John Ruskin), sus análisis sobre los dibujos de los grandes maestros (la Villa Mairea de Alvar Aalto, el edificio Seagram de Mies van der Rohe o la Ópera de Sidney de Jorn Utzon, en cuyo despacho el propio Moneo se enroló después de terminar la carrera).

Esas Lecciones desde Barcelona prefiguran el pensamiento e incluso el propio estilo arquitectónico de Moneo. «Da testimonio de lo que fue una actitud ante la arquitectura en los años 70 en una ciudad como Barcelona, en la España de fin de siglo XX que comenzaba a ser consciente de pertenecer a una cultura, la occidental, en la que la arquitectura se iba a discutir globalmente», reivindica Moneo.

El Aula Magna de la ETSAB se desbordó para escuchar la conferencia inaugural de Moneo, El retorno de la Ilustración, título más que significativo.

Moneo se explicó a sí mismo sin hablar de él, regresando a esa década de los 70, en la que se agotó el retorno -entre ideal y utópico- a los valores y a la arquitectura de la Ilustración. «Fue un movimiento efímero, apenas duró 10 años, pero supuso un cambio de sesgo en los arquitectos de mi generación», reconoció. Se refería a esa arquitectura racional y clara de Aldo Rossi, que fue una reacción -de marcado carácter comunista- a la crisis del movimiento moderno. También habló de Leon Krier, de James Stirling y de Michael Graves. «En el 89 el MoMA sentó el acta de defunción del posmodernismo con la exposición Deconstructivismo, en la que estaban Zaha Hadid, Bernard Tschumi, Rem Koolhaas, Peter Eisenman... ¿Quedaba en ellos algún trazo de la Ilustración? Ninguna desaparición implica una completa extinción. Hay influjos de la Ilustración en los rascacielos de Herzog & de Meuron, en las esferas de Koolhaas, en los fragmentos de Hadid... Las huellas del pasado no desaparecen tan fácilmente». Habla el Moneo de 80 años, en la bíblica «edad de los patriarcas». Pero en el joven arquitecto ya latía ese anhelo de «descubrir en las arquitecturas antiguas respuestas a intereses contemporáneos», tal y como escribió en los 70, esa época en que el dibujo, a la manera renacentista, era parte intrínseca de la arquitectura. «El arquitecto cuando dibuja ya está construyendo», decía Moneo. Aunque hoy admite que «los edificios no se pensarán tanto desde el dibujo», éste siempre «será un interesante instrumento con el que explorar lo que el edificio puede ser».

Y en sus Lecciones desde Barcelona explora los significados de los dibujos de Frank Lloyd Wright -que reflejan su «arquitectura continua e indisoluble»-, de Robert Venturi -«son pretendidamente antiplásticos, nada perfeccionistas, vulgares, incluso de mal gusto... quieren resaltar los aspectos que interesan al cliente»- o de Richard Meier -«pretende que su arquitectura merezca calificación de abstracta, es el dibujo de la geometría, sin referencias a la construcción, ni a la trama, ni a la actividad que en ella se desarrolla»-.

Los ejercicios y exámenes de Lecciones desde Barcelona descubren a Moneo en el aula, su metodología de enseñanza basada en los case studies y en explicar «la arquitectura como lenguaje», con sus pautas lingüísticas, sus sutilezas y complejidades gramaticales. Los deberes del profesor buscaban que los alumnos entendieran la propia ciudad, de lo macro a lo micro, prestando atención a detalles como los tiradores de las puertas, la iluminación o los felpudos de un lobby. Así eran los deberes de Moneo: 1) estudiar la parada de autobús de la Escuela para incluir un puesto de bebidas y venta de periódicos; 2) proyectar viviendas en solares del Eixample o de Poblenou;3) imaginar un chiringuito para la playa de Castelldefels; 4) componer un jardín con piscina, invernadero y garaje en una casa de veraneo de la Costa Brava;5) dibujar la fachada del Ayuntamiento para después diseñar otra alternativa...

[de EM].

  

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(Correspondencia).

Querido A.:
Conviene recordar el vacío profesional que se le hizo en Barcelona a Moneo cuando llegó a la ETSA de Catedrático de 'Elementos de Composición'. Un meteco.
Antes Correa, por no aprobar y Bohigas, por no jurar los Principios del Movimiento, no se habían incorporado a las cátedras vacantes, sólo Rubert  de Ventós, que aprobó y juró, se hizo cargo de la de 'Estética y Composición' por donde luego pasó Trías y Azúa siguió. La Escuela estuvo cerrada "por desórdenes" y Javier Carvajal estuvo de "comisario político" intentando ejercer de director.
Vuelvo a Moneo.
A pesar de su magisterio (los de 5º nos fugábamos otras asignaturas para ver como se ensimismaba explicando, tanto que casi se caía de la mesa donde se sentaba a comentar las diapositivas,  y aprender alguna cuestión de arquitectura) y a pesar de su buena relación con sus adjuntos catalanes Piñon y Viaplana, no se comió una rosca profesional, sólo proyectó una galería de arte, la antigua 'Theo', luego 'Joan Gaspar' en Plaza Letamendi.
Después comenzó su docencia en USA y cuando su trayectoria era incuestionable, su compañero de quinta, Manolo Solá-Morales, le incorporó a L'Illa. Después se le encargó L’Auditori, pero ya era la época de los arquitectos estrellas y ambas obras, habría que revindicar sus virtudes arquitectónicas, no fueron de las que sentaron cátedra.
Un saludo.
 
Tipo Material.