¡FELIZ AÑO A TODOS!
viernes, 20 de diciembre de 2019
domingo, 8 de septiembre de 2019
Una mujer de espaldas…
La diseñadora
francesa Charlotte Perriand creó
algunos de los asientos más famosos del siglo XX.
Fue la discípula más aventajada de Le Corbusier y junto al propio maestro suizo y su primo y socio Pierre Jeanneret, que fue pareja de Charlotte, diseñó varios muebles que hoy son iconos en la historia del diseño por el uso de formas ligeras, tan sencillas como expresivas.
Fue la discípula más aventajada de Le Corbusier y junto al propio maestro suizo y su primo y socio Pierre Jeanneret, que fue pareja de Charlotte, diseñó varios muebles que hoy son iconos en la historia del diseño por el uso de formas ligeras, tan sencillas como expresivas.
La relación de
Perriand con la fotografía, tras descubrir su potencial artístico, fue siempre estrecha.
A mediados de la
década de los 30, la joven creadora ya había conseguido hacerse un sólido hueco
en un mundo dominado por hombres. Fue el momento de explorar otros horizontes
impulsada por su compromiso político, estableciendo su propio estudio y
colaborando con otros arquitectos e ingenieros.
A partir de los años 1940, tras una estancia en Japón, su estilo se vio fuertemente influenciado por la estética oriental.
[¿Reacción freudiana contra la modernidad puritana del racionalismo corbusierano que aflora con Oriente lo inconsciente reprimido?
Vide Christine Buci-Glucksmann Esthétique de l'éphémère. Paris, Galilée, 2003.]
domingo, 1 de septiembre de 2019
Epistemología del hormigón.
[del blog de S. M.]
Deconstrucción, sin acritud y a vuela pluma de ‘ONTOLOGÍA DEL HORMIGÓN’ de Santiago de
Molina (con su permiso).
[11 de
octubre de 2011 (la
fecha tan lejana disculpa algunas afirmaciones)]
"Si el vidrio es el material del futuro, el hormigón
lo es del presente eterno. Como material asociado al nacimiento de la
modernidad encierra todas sus mentiras y peligros. (Obviamente
se refiere al hormigón armado HA, y así debe decirse, diferente al hormigón que, a partir del conglomerante
correspondiente, era conocido desde la antigüedad).
Al contrario que la fábrica de ladrillo, el hormigón
mantiene oculta su alma. Sus entrañas permanecen oscuras y solo vemos la
complejidad de una superficie que ha retenido la memoria del molde en que fue
pergeñado. (No es una adecuada comparación. La fábrica
de ladrillo no es un material, es un elemento constructivo, mortero y ladrillo
colocados en obra con unas reglas determinadas. El ladrillo también tiene
oculta su ‘alma’, los cuatro elementos vitruvianos: tierra, agua, fuego y aire.
Las entrañas del HA son las armaduras de acero que efectivamente no deben verse).
Material pastoso, artero, “agregado contaminado y artificial”,
que aprovecha la forma recibida (material formáceo,
de ahí ‘formicare’, que por
diferentes motivos fonéticos, nos dio el término ‘hormigar’) de
un encofrado efímero y despreciable para lucir su dureza (no es esencialmente duro en la escala de Mohs).
Material sólido, pero híbrido, viejo antes de nacer porque encoge y achica con
el tiempo.
Aunque híbrido no es la palabra precisa (sí, es producto de elementos de distinta naturaleza.
Es un ‘composite’, un material compuesto), el hormigón es más bien el
material antológico del parasitismo (no, del mutualismo,
una simbiosis, si utilizamos la imagen de asociaciones biológicas):
gracias a sus cualidades protege al acero interior de la corrosión, dilata y se
comporta en conjunto con él. El acero presta al hormigón la elasticidad
impropia de un material pétreo. (Lo que le
proporciona al hormigón es mucha capacidad de resistencia a tracción).
Ambos se convierten en una acelerada roca metamórfica que tiñe lo moderno de
gris sin fin. (En todo caso una ‘roca’ amorfa, no
cristalina, ni siquiera vítrea como una
roca volcánica).
El hormigón como masa construida, difiere en su
nobleza de la arcilla y el adobe. El barro no juega con ese interior oculto
para lucir sus proezas (ya hemos citado al barro
cocido: ladrillo). Material que debe su éxito a su ligera costra superficial
y unos poderes invisibles que le permiten volar.
O navegar.
Que durante años se fabricaran barcos de hormigón
significa que, bien entrado el siglo de sus logros, aun no se supiera qué hacer
con él de manera honesta (también se patentaron entonces
ataúdes de hormigón).
Aprovechando la protección frente a la corrosión del
mar, fue presentada en la exposición universal de 1854 una pequeña barquichuela
de hormigón ideada por el Sr. Lambort, que apenas dio que pensar sobre sus
cualidades ontológicas (¿los universales de los
filósofos?). Más tarde se llegaron a fabricar doce barcos en el astillero
de William L. Comyn. Un barco de piedra resulta insensato, a pesar de que la
física de Arquímedes imponga para su flotabilidad cuestiones contra las que la
lógica no está preparada. (Aunque tal vez lo mismo podría decirse de los barcos
construidos con acero).
Hoy el hormigón está esperando liberarse aun de sus
corsés y sus moldes. El guitado (¿gunitado?),
vómito descontrolado y salvaje, no ha encontrado aún la obra que redima
definitivamente al hormigón del insufrible ornamento del encofrado.
Sin embargo cabe aun la esperanza de su auténtica
salvación como material en el siglo XXI. (El hormigón
armado no fue nunca un material monofunción, sino un material ‘síntesis’, susceptible
de conformar muchos diferentes elementos constructivos, si se consiguiera un
hormigón transparente podría hacerse un edificio exclusivamente de hormigón)."
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