Cómo la Bauhaus mantuvo a los nazis acorralados, hasta que no pudo más.
‘El breve trayecto de la escuela de arte en Alemania
muestra no una simple dicotomía, sino más bien cómo, con diversos grados de
coraje, los individuos intentaron sobrevivir bajo la tiranía’.
por Darran Anderson. Escritor
"Juntos llamamos para planear y crear la construcción del futuro, que comprende
todo en una forma única: arquitectura, escultura y pintura", declaró Walter Gropius en el Manifiesto Bauhaus de 1919.
[El edificio Bauhaus en Dessau
de Walter Gropius se convirtió en el futuro que una vez imaginó: el epicentro
de un enfoque de diseño, estilo y filosofía que impregna gran parte del
presente. (Markus Schreiber / AP)]
Hay pocos símbolos de diseño y
arquitectura moderna más icónicos que su edificio Bauhaus en Dessau. Y su
construcción se convirtió en su futuro: el epicentro de un enfoque de diseño,
estilo y filosofía que impregna gran parte del presente. Y, a pesar de todo,
durante muchos años, el edificio fue abandonado. El futuro que Gropius había
soñado parecía haber fracasado amargamente cuando la escuela fue cerrada por
los nazis en 1932 y se convirtió en una carcasa bombardeada en 1945.
Hay, por cierto, verosimilitud en la
leyenda de la disolución y restauración de la Bauhaus como un ejemplo de las
fuerzas del bien que sucumben, pero eventualmente vencen, a las fuerzas del
mal. Sin embargo, hay muchos relatos sobre la Bauhaus, y muestran no una simple
dicotomía Bauhaus versus Nazis, sino
más bien cómo, con diferentes grados de valentía y deseo, los individuos
intentan sobrevivir frente a la tiranía.
Desde el principio, la derecha
alemana tuvo en su punto de mira a Gropius y la Bauhaus. Nacida en el año
revolucionario de 1919, con un manifiesto engalanado con una incandescente
"catedral del socialismo", la Bauhaus parecía ser caldo de cultivo de
los radicales. Había sido financiada por un estado con un gobierno de
izquierda. Sus profesores fueron misteriosos artistas de vanguardia del
extranjero. Algunos, como Kandinsky, tenían antecedentes de trabajo con
organizaciones bolcheviques en la Unión Soviética (aunque el artista hubiera vuelto
cansado del autoritarismo soviético). Su visionario líder, Walter Gropius, era
izquierdista, internacionalista y utópico en un sentido práctico: incluso
diseñaría el relampagueante "Monumento
a los muertos de marzo" (1922) en memoria de los trabajadores asesinados
al hacer derrotar el ultraderechista golpe de estado Kapp.
[Los intentos de los nazis por borrar
la Bauhaus a través de acciones como la demolición del "Monumento a los
muertos de marzo" de Gropius (1922) finalmente fracasaron, pero el destino
fue cruel para algunos de sus miembros. Wikimedia Commons]
Sin embargo, también era un héroe de
guerra alemán que de alguna manera había sobrevivido a numerosas experiencias
devastadoras en el frente. Y aunque era miembro de organizaciones con
tendencias radicales como Novembergruppe
y Arbeitsrat für Kunst, Gropius ejercía
una influencia típicamente moderadora, que prefería alcanzar su consciente progresismo,
socialmente, a través del diseño en lugar de la política; creando viviendas
para los trabajadores y lugares de trabajo seguros y limpios llenos de luz y
aire (como la Fábrica de Fagus) en lugar de agitar a favor suyo. De hecho, los
artistas serían trabajadores y viceversa. "Creemos
un nuevo gremio de artesanos, sin las distinciones de clase que levantan una
barrera arrogante entre el artesano y el artista", alentó. En la serie
de letras ‘Cadena de cristal’,
Gropius recibió el seudónimo de Maß
(medida), con el significado de "proporción",
una cualidad por la que fue perseguido y que sería impugnada cuando la
República de Weimar derivó hacia la oscuridad. El objetivo de Gropius era
introducir alma en la era de la máquina. El de los nazis era introducir la
máquina en el alma.
La oposición a la Bauhaus
comenzó inmediatamente en Weimar. En cierto modo, representaba la oposición
tradicional entre pueblo y traje [Nota bene: juego de palabras,
como entre desaliñado y encorbatado],
sólo que amplificada. Los lugareños criticaron a los extravagantes y andróginos
estudiantes, a sus profesores extranjeros, a sus fiestas surrealistas, y a su orquesta
casera que tocaba jazz y música folclórica eslava. En los entornos
parroquiales, estos no sólo eran forasteros, sino también impostores que
profanaban su preciosa academia de arte proverbialmente tradicionalista. Se
convirtió en foco de desdén puritano y envidia, con rumores de lascivas
conductas de carácter sectario (especialmente con los alumnos de Johannes
Itten) y de sexualidad aventurera de los ‘bauhausianos’,
todo financiado por los contribuyentes. Los periódicos y los partidos políticos
derechistas aprovecharon cínicamente su oposición y la avivaron, intensificando
su antisemitismo y enfatizando que la escuela era una amenaza cosmopolita para
la pretendida pureza nacional. Finalmente, fueron expulsados de
la ciudad por completo.
Parece sorprendente que una
escuela de diseño de enorme influencia sólo estuviera abierta durante 14 años,
y sin embargo, es igualmente notable que durara tanto. Esto se debió casi por
entero a la habilidad y determinación de Walter Gropius. Al mudarse a Dessau,
Gropius diseñó su icónico edificio y la Bauhaus floreció brevemente, con
alianzas forjadas con partidos de izquierda y de empresarios con visión de
futuro como el innovador de la aviación Hugo Junkers. Sin embargo, la derecha
en Alemania olfateaba sangre y continuó persiguiéndolos. Los periódicos
continuaron con ataques contra el "palacio oriental" y la
"sinagoga" que atestaban la Bauhaus, como pretendían, de
"bolcheviques" y "marxistas culturales". Los partidos
políticos, cada vez más nazis, llegaron después con acusaciones a ellos de
infiltración comunista e irregularidades financieras, solicitando que se recortasen
sus fondos, fuesen deportados
sus profesores, y se demoliera el edificio. Los
alumnos fueron sometidos a registros por parte de las autoridades, buscando evidencias
de sedición.
Satirizado en la prensa y amenazado
en la vida real, Gropius trabajó incansablemente para mantener la escuela con
vida. Gran parte de ello requería evitar que se entregara munición a sus
numerosos enemigos. Exhortó que no se vieran a los estudiantes en marchas
políticas o protestas. Recolectó los folletos de Oskar Schlemmer que habían
enfatizado los orígenes radicales de la Bauhaus como un "punto de reunión para todos aquellos que, con fe en el futuro y
voluntad de asaltar los cielos, desean construir la catedral del
socialismo". Eventualmente, Gropius sacrificó su propia posición para
salvar la escuela, manteniendo los pies en el suelo y a la sombra, pero mantuvo
la autoridad suficiente para eliminar a su sucesor, Hannes Meyer, cuando se
hizo evidente que estaba permitiendo que los elementos comunistas crecieran entre
la población estudiantil.
A medida que la región estuvo bajo el
dominio nazi, la Bauhaus se vio obligada a abandonar Dessau, refugiándose, tras
recibir ofertas de Leipzig y Magdeburg, como escuela privada en Berlín bajo el
liderato de su director final, Ludwig Mies van der Rohe. A pesar de ser un sobresaliente
arquitecto, Mies no encajaba suficientemente, estaba relajado y aislado, y la
Bauhaus ya no era la institución que alguna vez había sido. Cuando los nazis
intensificaron su presión, Mies intentó aplacarlos, despidiendo a la maestra
textil Gunta Stölzl, por ejemplo, pero los esfuerzos fueron inútiles. La
Gestapo selló el edificio y, después de tratar de negociar con el futuro
criminal de guerra Alfred Rosenberg, quien insistió en la remoción de profesores
judíos y extranjeros y un control nazi del programa de estudios, Mies cerró la Bauhaus.
En última instancia, la
Bauhaus sobrevivió porque abandonó el edificio. Los bauhausianos fueron dispersados por todo el mundo en el exilio. La pérdida de Alemania fue tan numerosa como la ganancia de otros países, ya que los profesores y estudiantes se llevaron
la ética del proyecto a lugares como Tel Aviv, Chicago, Detroit, Tokio y
Ámsterdam, a través de la arquitectura, el arte y el diseño industrial.
En este año del centenario, existe la
tentación de celebrar la victoria a largo plazo de la Bauhaus sobreviviendo a
los nazis y creando futuro. Sus intentos de borrar su existencia, destruyendo
el mural de la escalera de Schlemmer en el edificio en Weimar de la Bauhaus y
demoliendo el "Monumento a los muertos de marzo" de Gropius, fracasaron.
Sin embargo, este no era un mito excepcional. La Bauhaus fue muchas cosas, y
los destinos de los bauhausianos fueron innumerables. Establecido como profesor
en Harvard, Walter Gropius se afanó con inmensa generosidad a través de su
lista de contactos, para ofrecer trabajo a otros exiliados de la escuela,
ayudándoles a obtener visados que les salvaron la vida e incluso acomodándolos
en su propio hogar hasta que encontraron una posición. Como caso infructuoso,
Gropius intentó solicitar nada menos que al Papa que el arquitecto polaco
Syrkus Szymon fuera liberado de Auschwitz. Szymon terminaría diseñando
invernaderos para la sección de agricultura del campo bajo órdenes de las SS,
la organización paramilitar de Adolf Hitler.
Muchos de los que se
quedaron en Alemania, como Georg Muche y Gerhard Marcks, tuvieron que padecer
un exilio interno, despedidos de sus cargos docentes debido a su pasado en la
Bauhaus, con prohibición de pintar y etiquetados como "artistas
degenerados". Algunos como el pintor Heinrich Brocksieper o el diseñador
Wilhelm Wagenfeld experimentaron parecido tratamiento y luego fueron reclutados
en el ejército alemán. Hugo Junkers, el patrón de la aviación, pacifista de
izquierdas y benefactor de la Bauhaus, fue puesto bajo arresto domiciliario por
resistirse a su relevo por los nazis y murió poco después, en pocas palabras,
como un hombre arruinado.
Algunos se expusieron por poco.
Margret Rey, artista judeo-alemana nacida en Hamburgo, huyó de París cuando
cayó en manos de los nazis en una bicicleta construida por su esposo a partir
de un tándem. Circularon por España para escapar, con su manuscrito de ”Jorge
el curioso” todo el tiempo en su equipaje. Habiendo llegado a Inglaterra, el ex
alumno judío de la Bauhaus Ludwig Hirschfeld Mack fue deportado rápidamente a
Australia como sospechoso de ser ciudadano enemigo, donde subsistiría en una
serie de campos de internamiento. Expulsada por tener antecedentes judíos, la maestra
de alfarería Marguerite Friedlaender escapó a Nueva York, pero su esposo y
compañero bauhausiano Frans Wildenhain fue obligado a ingresar en el ejército
alemán, del que desertó en un permiso y sobrevivió a la guerra.
La resistencia tomó diferentes
formas, a menudo utilizando habilidades perfeccionadas en la Bauhaus. La
fotógrafa Irena Blühová publicó revistas clandestinas en la Checoslovaquia
ocupada, mientras que Moses Bahelfer falsificó documentos fraudulentos para la
Resistencia francesa. Will Burtin creó manuales para la Fuerza Aérea Aliada
durante la Segunda Guerra Mundial. Bruno Adler transmitió propaganda contra los
nazis en el Tercer Reich a través del Servicio Mundial de la BBC. Otros
encontraron una manera de continuar, por un tiempo. La creadora de los simbólicos
bloques desmontables infantiles de madera, Alma Siedhoff-Buscher, comenzó a
enseñar a los niños a usarlos con métodos prohibidos a la Bauhaus hasta que un
avión aliado que regresaba de un bombardeo descargó indiscriminadamente su
último cargamento sobre el edificio en el que estaba trabajando. El destino fue
cruel para algunos, como el artista textil Otti Berger, quien, después de haber
escapado a Gran Bretaña, regresó momentáneamente a Croacia para ayudar a su
madre enferma y fue asesinado en el Holocausto. Quizás el más inquietante de
todos fue el destino de la artista, diseñadora y profesora de la Bauhaus,
Friedl Dicker-Brandeis, quien rechazó el visado para escapar, prefiriendo
quedarse con su esposo. Ambos fueron enviados a Theresienstadt, donde ella
estableció allí una escuela para los niños traumatizados, animándolos a
expresar sus emociones a través del arte. Guardó miles de estas obras en un par
de maletas que sobrevivieron a la guerra y al Holocausto. Ella, y muchos, si no
todos los niños que los crearon, no lo harían.
[Unos herreros sostienen una puerta de entrada
original desmontada con el lema 'A cada uno lo suyo' en el antiguo campo de
concentración nazi de Buchenwald, cerca de Weimar, Alemania. Fue diseñado por
Franz Ehrlich, un bauhausiano activista comunista que
fue arrestado por los nazis y enviado a Buchenwald. Sobrevivió debido a su
experiencia en diseño. (Jens Meyer / AP)]
Una minoría de bauhausianos dejó un comprometido legado, especialmente aquellos
que colaboraron con los nazis o se unieron a ellos, como el arquitecto Ernst
Neufert y el profesor de psicología de la gestalt
Karlfried Graf Dürckheim. Otros jugueteaban en su compañía, a veces de buena
gana, como Herbert Bayer, cuyo acuerdo inicial con el régimen no podía durar,
dado que tenía una esposa y una hija judías. Las inquietantes complejidades de
quienes intentaron sobrevivir a los tiempos, alcanzaron su punto más profundo
con el caso de Franz Ehrlich. Bauhausiano
activista comunista, fue arrestado por los nazis y enviado al campo de
concentración de Buchenwald. Mientras estuvo allí, sobrevivió debido a su
experiencia en diseño, y produjo las puertas del campamento adornadas con el
eslogan Jedem das Seine ("A cada uno lo suyo") en
letras modernistas, ya sea como acto de subversión o como profunda traición. Es
una sugestión, quizás de un mundo paralelo, en que la Bauhaus, siguiendo los intentos
de tanteo de Gropius de mediar o los esfuerzos más entusiastas de Mies para
lograr un acuerdo, se alineara ella misma con el Tercer Reich. Esto no
ocurriría y ambos se exiliaron, pero sus últimos intentos de comisionar antes
de dejarlo son inquietantes recordatorios de que la historia es contingente.
"Los artistas son fundamentalmente apolíticos y deben serlo, porque su
reino no es de este mundo", declaró Oskar Schlemmer. Fue un enfoque
que su patrón Walter Gropius siguió también. En esto, ambos estaban
equivocados, y eran demasiado utópicos, porque el mundo real es ineludible. Sin
embargo, Gropius era político, no en retórica o ideología, sino en método y
práctica. Renunció al Deutscher Werkbund cuando sus miembros judíos fueron
excluidos. Se enfrentó a los matones nazis que lo amenazaron en su casa,
declarando que no tenían exclusividad sobre lo que significaba ser alemán.
Cuando el gerente de su oficina apareció vistiendo un uniforme nazi, Gropius lo
despidió al momento. Esto no supone que el utopismo de Gropius "evasión de
la política" no sea una posibilidad atractiva. El director constató que el
90 por ciento de su tiempo se desaprovechó en negociar con los intrigantes y la
administración, mientras que solo el 10 por ciento se dedicó al trabajo
creativo para la Bauhaus. Vale la pena preguntarse qué se perdió, considerando
lo que logró ese 10 por ciento, así como qué se perdió con los crueles
asesinatos de personas como Berger y Dicker-Brandeis y sus hijos.
El espíritu de la Bauhaus sigue viviendo,
no solo en estilo y carácter, sino en la idea de diseñar un futuro mejor: no sólo
útil y hermoso, sino mejor para todos. Esta tarea está tan abierta e incompleta
como siempre. Si el espíritu de la Bauhaus verdaderamente está vivo, su trabajo
todavía no se ha terminado.
[publicado el11 de marzo de 2019 en
Citylab]
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