“La ciudad no es un árbol / todo es mentira, todo es mentira…”
Decía un antipoema a propósito de la falta de urbanidad que padecemos y que se ha incubado como un virus en las entrañas de la urbe en que vivimos.
Decía un antipoema a propósito de la falta de urbanidad que padecemos y que se ha incubado como un virus en las entrañas de la urbe en que vivimos.
Primero fueron los alcaldes de
UCD, neófitos y temerosos de que se les negase el certificado de autenticidad
democrática, pero sin ideología urbana, incapaces por ello de detener las
posiciones en el desarrollo de la ciudad que los clásicos agentes urbanísticos
iban tomando al calor de los pactos de La Moncloa.
Después, los alcaldes del PSOE
que, salvo alguna escasa excepción, se dejaron comer la oreja por espurios
elementos de novedosa catadura que, aprovechando leyes timoratas, propiciaron
un rápido negocio periférico, dejando la ciudad fragmentada, dispersa y sin
dotaciones, salvo no-lugares comerciales, atrayendo a la fácil ganancia
corrupta a muchos de los propios munícipes.
Y luego, los alcaldes del PP que,
eso sí con mayor educación en algunos casos que sus antecesores, se han
entregado de lleno a la acción depredadora de los tiburones económicos para
sacar adelante específicas operaciones urbanísticas al margen de una idea
urbana global, sin que la ciudadanía, en todo caso, reaccione con efectividad política.
Y a partir de ahora, con la coartada de la ciclópea crisis económica, ¿qué?
*Joseph
Beuys
Cosmos y Damián, 1974 Tarjeta postal, Edition Klaus Staeck.