martes, 6 de noviembre de 2018

Lecciones de Finlandia.

A. A. Universidad de Helsinki [google]


La arquitectura finlandesa presenta, como no podía ser menos, rasgos particulares. Ha sido la Naturaleza, en su sentido más genérico, la que la ha determinado de manera más profunda.
Finlandia meridional es un bosque continuo de coníferas. Las edificaciones se construyen, con materiales naturales, en los claros de ese bosque. Por otro lado, la vida cívica de los países fríos tiende a llevarse al interior de los edificios, que exigen, además, un vigoroso control de la luz natural y de la climatología externa. Los edificios pueden verse como nacidos del exterior, de la energía viva de su entorno. Y aunque las construcciones tengan un papel activo en el paisaje, el lugar debe también actuar sobre el edificio. Esta relación entre arquitectura y naturaleza no hace más que confirmar la autonomía del lenguaje arquitectónico.
Pero también en la arquitectura finesa ha representado un papel trascendental la Cultura, etimológicamente considerada.
Ello se manifiesta principalmente, en el importante núcleo de arquitectos finlandeses adscritos, críticamente, al movimiento moderno, al que supieron dotar de rasgos específicos incardinados en muchos casos en la tradición, respetando suficientemente la historia de la arquitectura para no tener necesidad de copiar sus ideas formales sino la lógica estructural y espacial de la misma.
El caso paradigmático de Alvar Aalto, cuya figura se proyecta, con luces y sombras, sobre todo el panorama arquitectónico finlandés hasta nuestros días, nos pone de manifiesto como su primigenio naturalismo que caminaba hacia una organicidad abstracta, se transforma en una síntesis tensa entre formas orgánicas, articulaciones geométricas y soluciones espaciales que, a pesar de su manierismo, es un factor de influencia, por la especifidad de su lenguaje, reconocido por la mayoría de los arquitectos.

Pero la arquitectura sólo puede ser comprendida a través de sus propias realizaciones. Una fotografía no puede nunca atrapar la sensación real suscitada por el espacio arquitectónico, aunque puede transmitir la imagen de los elementos que constituyen dicho espacio.
De todas formas, la visita del fotógrafo representa un momento culminante para un edificio. Es como si la labor del arquitecto no acabara hasta que el fotógrafo haya realizado sus imágenes.
La fotografía arquitectónica debe basarse en una comprensión profunda y sensible de la esencia misma de la arquitectura y ser vehículo, a su vez, para la discusión y el debate real sobre la construcción del entorno.
Aún cuando en una muestra se trate de la visión personal de un buen fotógrafo, no deja de ser un amplio espectro de buena arquitectura que puede igualmente ser bien fotografiada. Ello puede contribuir a despojar a la arquitectura del tópico carácter mítico que a menudo lleva asociada.

  

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