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No te mueras sin ir a Ronchamp.
No te mueras sin ir a Ronchamp.
Tres meditaciones al cumplimiento
litúrgico del tiempo ordinario de adviento, 50 del breviario Ronchamp [P. Q.*]:
1ª)
Sombras en el exterior, sí. Definidas por las intersecciones de las líneas de
los rayos luminosos con los planos de la arquitectura para una mejor lectura de
la misma.
Y claridad luminosa en el interior
para huir de, en palabras de L. F. Galiano [A&V],
la luz oscura del espacio
oculto que fascina tanto como confunde. De acuerdo.
2ª) Remembranza del primer edificio
analizado arquitectónicamente en Elementos de Composición por unos estudiantes
selectivos (que no se figuraban ya aprendices de brujo): el ejemplar Museo de
Tokio de L. C., magistral ‘bôite à
miracles’:
“… es un cubo; en
ella se da todo lo necesario para la elaboración de milagros, levitación, manipulación,
distracción, etc. (…) el interior del cubo está vacío, pero vuestro espíritu
inventivo lo colmatará de todos vuestros sueños…”
[Ahora he comprendido la fortuna de la elección de ese
paradigma, porque sirvió, con tu sintética maqueta de cartulina reforzada
ataviada sólo con los tres colores primarios, para comenzar a vislumbrar el
espacio, el lugar, la arquitectura…]
Aquí traído como remedo de la pirámide del estanque de
Ronchamp. En la pirámide del lucernario central del museo tokiota, la cúspide,
por no coincidir con el centro geométrico de la base, se acerca a una de las
caras y las aristas coplanares siguen una simetría axial.
3ª) Estaba tardando mucho a una
cita anunciada Mircea Eliade, para quién la experiencia religiosa
modifica la percepción del espacio y del tiempo. La sacralización del lugar en
que se instauran los templos y se realizan las ceremonias lo convierte en un
espacio sagrado, del mismo modo que la repetición periódica de los ritos
convierte el tiempo lineal en un tiempo cíclico, transformando el tiempo
profano en un tiempo sagrado.
Supongo que para Quetglas, Eliade
(como Calvino, Tanizaki o Bachelard en su momento) no es santo de su devoción.
Pero ello no empece para que precisemos alguna cuestión planteada por el
chamán.
«Romper el tejado de la casa» Simbolismo arquitectónico y fisiología sutil, es un artículo de Eliade traducido por la hija de Cirlot et al. e incorporado al libro ‘El vuelo mágico’ en Ed. Siruela. Madrid, 1995.
«Romper el tejado de la casa» Simbolismo arquitectónico y fisiología sutil, es un artículo de Eliade traducido por la hija de Cirlot et al. e incorporado al libro ‘El vuelo mágico’ en Ed. Siruela. Madrid, 1995.
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La expresión, en esa
denominación tan llamativa allí recogida, proviene de una religión acósmica, la
india. Registrada en el Dhammapada y
en el Nidana-Katha, reúne
las primeras palabras pronunciadas por Siddharta
(Buda) cuando después de su
Iluminación bajo el árbol Bodhi [en
sanscrito ‘ásvattha’ (árbol que representa también el axis mundis), una Ficus
religiosa o higuera sagrada], proclamó triunfalmente su victoria sobre el ‘constructor
de casas’.
-
A. Parakranabahu, en 2014, lo traduce así:
"Por
innumerables existencias he andado en el samsāra buscando sin
encontrar el constructor de esta casa. ¡Nacer una y otra vez es sufrimiento!
¡Constructor de la casa te he visto! No construirás de nuevo la casa. Todas tus
vigas están rotas; el techo destruido. Mi mente ha alcanzado lo incondicionado.
Y mi sed ha sido saciada para siempre" o “… He logrado la extinción del deseo”, en otras páginas consultadas [B.
Nandisena].
- R. Spence Hardy había dado a su
vez, en 1853, la siguiente transcripción:
“A
través de muchos diversos nacimientos / he transitado (sin haberme
establecido), / buscando al arquitecto de la casa (parecida al deseo), /
¡doloroso es repetir los nacimientos! /
¡Oh constructor de la casa! Te he visto (a ti). / No
puedes volver a construir otra vez una casa para mí. / He roto
tus jácenas, / tu columna central está destruida. / Mi mente se ha ido hasta el
nirvana. / He llegado a la extinción del deseo malvado”.
- Y T. W. Rhys Davids, en 1925, esta
otra versión, que usa Eliade:
“Durante
mucho tiempo he vagado largo, / atado por la cadena de la vida / a través de numerosos
nacimientos, / buscando así largo tiempo en vano / al constructor de la casa. Y
dolor / es nacer de nuevo otra vez. / ¡Artífice de casas, he conocido tu arte!
/ No volverás a construir ninguna. / Quebradas están todas tus vigas. / ¡El
pilar de tu cubierta hecho añicos! / Mi mente ha pasado / de las cosas que se
hacen por la vida: / Ha sido por fin alcanzado / el final de los deseos.”
No parece así que sea directamente
el tejado, la cobertura, sino la estructura y el soporte de la cubierta, lo que se encontraría
literalmente destruido o roto (y aquí
veríamos por contraste la imagen interior del lucernario del museo).
Pero el sentido es diferente al
que propone Quetglas.
En el texto indio se equipara,
pace Eliade, “la existencia humana a una
vivienda, de modo que la liberación final, el nirvana, equivale a la
destrucción de la casa: las vigas se parten, se rompe el pilar central. La
identificación del cuerpo humano con una casa es frecuente en las literaturas
indias. Manu describe esta ‘residencia’ como si estuviera compuesta de cinco
elementos: los huesos son las vigas, la carne y la sangre constituyen el
mortero, los tendones sostienen el conjunto, que está recubierto por la piel…
De igual modo, la Maitri Upanisad presenta
el cuerpo como construido con huesos, revocado con carne, cubierto de piel,
etc…"
En su religión -continúa Eliade- “la abertura a un plano superior no expresa el paso de la condición
humana a la sobrehumana, sino la trascendencia, la libertad… Existe una
diferencia considerable entre el significado filosófico del tejado fracturado y
el simbolismo del paso de la tierra al cielo por el ‘axis mundi’.
Tanto
la filosofía como la mística indias prefirieron, entre las imágenes que podían
significar la ruptura ontológica y la trascendencia, esta imagen primordial de
la explosión del tejado. Esto quiere decir que la superación de la condición
humana se traduce por medio de la imagen como el aniquilamiento de la ‘casa’,
es decir, del cosmos personal que se ha elegido habitar. Toda ‘morada estable’
donde uno se ha ‘instalado’ equivale en el plano filosófico a una situación
existencial asumida. La imagen de la explosión del tejado significa que toda ‘situación’
ha sido abolida y que
se ha elegido la libertad absoluta, que para el pensamiento indio implica el
aniquilamiento de todo mundo condicionado”.
[publicado en Twitter]
(*) https://edicionesasimetricas.com/Breviario-de-Ronchamp-Josep-Quetglas
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