P – ¿Y tu contribución al
estudio del antisemitismo, tus análisis del antisemitismo y su especificidad
histórica relativa a la fase del capitalismo durante el periodo del
nacional-socialismo? Partamos del capítulo “Elementos de antisemitismo” en la Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer.
R –Horkheimer y Adorno tenían toda la razón al señalar el antisemitismo
como una ideología de relevancia histórica mundial. Su noción de antisemitismo
está muy unida a la idea de que, con el auge del capitalismo de Estado, la
esfera de la circulación es cada vez menos importante. A los judíos se les
asociaba con la esfera de la circulación, que estaba siendo abolida. Relacionado
con los planteamientos de Hannah Arendt: los judíos eran superfluos, y conforme
pasaban a ser superfluos, se volvían cada vez más vulnerables y se convertían
cada vez más en objeto de odio.
Mi propósito era poner en relación antisemitismo y capitalismo usando las categorías
marxianas. Analicé brevemente el carácter doble de lo que Marx denomina ‘mercancía’
y ‘capital’, que están caracterizadas por una dimensión abstracta y una
dimensión concreta al mismo tiempo. Este carácter doble aparece como una
dimensión material (trabajo y productos) y como una dimensión abstracta
(dinero). La dimensión concreta se presenta como si no fuera parte de la
mediación, como algo natural y material que es mediado por la dimensión
abstracta. La dimensión abstracta se presenta como si se la pudiera separar completamente
de la dimensión material, y sin embargo en realidad ambas dimensiones están
intrínsecamente relacionadas. Partiendo de estos análisis intenté explicar
cómo, en la ideología antisemita, forma de anti-capitalismo reaccionario, los
trabajadores y los industriales capitalistas son tipificados ambos como ‘productores’,
ambos están en la misma categoría concreta. El objeto de esta crítica, por
tanto, es la dimensión abstracta –el dinero y el capital financiero–, que
aparece como parásito de la dimensión concreta. Se identifica a los judíos con
la dimensión abstracta, e incluso se les considera responsables de ella. Ideas
como que los judíos controlan y manipulan el mundo revelan que el antisemitismo
es diferente de otras formas de odio racial. Y a diferencia de muchas de las
formas de racismo y xenofobia, el antisemitismo constituye un peligro para la
izquierda, porque es aparentemente anti-hegemónico, está ligado a un ideal
aparentemente emancipador.
Partiendo de esto, se puede explicar un programa de exterminación total y vincular
el programa de exterminio a una forma particular de anti-capitalismo
reaccionario. No se trata de una cuestión cuantitativa. En lo referente a los
judíos, parece implicar que los judíos eran considerados sumamente peligrosos y
el programa era exterminarlos a todos.
P – ¿Hay relación con el modo
en que el exterminio fue llevado a cabo?
R –Si una fábrica capitalista es un lugar para la producción de valor
(abstracto) que, sin embargo, tiene que aparecer necesariamente de forma
concreta, los campos de exterminio eran ‘anti-fábricas’, lugares que aspiraban
a destruir lo abstracto y recuperar lo concreto. Intentaban extraer de los
judíos tanto valor de uso como era posible. Querían erradicar lo abstracto,
enumeraban a los individuos al mismo tiempo que explotaban sus cuerpos
concretos para obtener valor de uso.
Pero hay diferencias entre el asesinato de masas y el exterminio.
P –En la crisis actual ¿podrías
decirnos algo sobre el surgimiento de revueltas antisistémicas y
anticapitalistas y el vínculo que podrían tener con la ideología reaccionaria o
con la xenofobia?
R – Creo que algunas de estas revueltas son nacionalistas, y que lo son en
modo xenófobo y antisemita. Por una parte, son xenófobas, por ejemplo la ‘islamofobia’.
Se trata de manifestaciones xenófobas contra una figura concreta del ‘otro’ que
está entrando en su territorio y contaminando su sociedad. Al mismo tiempo, hay
variantes también antisemitas en el sentido de que se oponen a misteriosas
fuerzas abstractas que estarían corrompiendo la nación.
La izquierda occidental no ha sido suficientemente sensible a este
problema.
P – ¿Cómo podemos teorizar hoy
la xenofobia?
R – Creo que deberíamos distinguir entre xenofobia y antisemitismo y estar
alerta frente a ambos.
Una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue, junto con el
Holocausto, la limpieza étnica masiva. En Occidente, entre 1945 y 1946, más de
veinte millones de personas fueron exterminadas en Europa central y oriental
para hacer que sus naciones fueran más homogéneas desde el punto de vista
étnico. Por lo tanto, este periodo enormemente sangriento estuvo caracterizado tanto por un antisemitismo homicida como por la xenofobia nacionalista.
Con todas las diferencias que separan esta época de la nuestra, me parece
que hoy asistimos a un incremento de ambos fenómenos, tanto de la xenofobia
como del antisemitismo.
La xenofobia es hoy un problema muy relevante y al igual que en el periodo
de entreguerras, habría que establecer distinciones también dentro del propio
concepto de xenofobia. Por una parte hay una xenofobia europea vinculada con la
crisis de la sociedad basada en el trabajo, en general, la competición por
puestos de trabajo ha sido un factor importante en la génesis de la xenofobia.
Por otra parte los Estados que sucedieron a imperios multiétnicos y
multireligiosos son despedazados por la xenofobia nacionalista.
Sin embargo, también ahora mismo asistimos a un gran incremento del
antisemitismo, incluso en formas de antisionismo muy extendidas que son
esencialmente antisemitas. Es un resurgimiento del antisemitismo a nivel global
ante el que muchos, en la izquierda, se muestran indiferentes o inconscientes
del peligro.
En ambos casos, nos enfrentamos a respuestas fetichistas a las fuerzas de
la globalización, que parecen escapar a todo control, no solo por parte de los
individuos, sino también por parte de los Estados.
P – Esto nos lleva a la
subsunción de la política a la economía.
R – El Estado no es una entidad
independiente en la relación entre el capital y el Estado.
Una de las muchas cuestiones a las que la izquierda de hoy tiene que
enfrentarse es la desaparición de la síntesis fordista-keynesiana en los países
occidentales y el fin de las economías de mando verticales en los países del
Este.
En las respuestas a largo plazo de los Estados a la crisis de los setenta
ha resultado patente que, si tienen que elegir entre acumulación del capital y
el bienestar social de sus poblaciones, elegirán la acumulación del capital,
porque de lo contrario se encaminan al colapso.
P – ¿Qué formas praxis política
cabe esperar y desear?
R – Aunque hay una crisis de la sociedad del trabajo, solo podemos perfilar
los contornos de las posibilidades futuras mediante organizaciones que intenten
contrarrestar, o al menos disminuir, las enormes discrepancias en las
condiciones de trabajo, la reglamentación del trabajo y su remuneración a nivel
global. Hoy hay formas de anti-imperialismo que se están volviendo
reaccionarias y tenemos que combatirlas en un marco capaz de repensar el
trabajo. No creo que podamos glorificar la miserable condición del precariado. Pero
el verdadero problema es cómo enlazar lo local con lo global.
P – ¿Cuáles crees que serían
los desafíos teóricos en el futuro para la reconstrucción de una teoría crítica
de la sociedad basada en esta nueva lectura de Marx?
R – Tenemos que centrarnos más en el capital. Deberíamos recuperar una
forma de internacionalismo real que intente lidiar con el final de la sociedad
del trabajo. Creo que sería importante intentar recuperar un internacionalismo
crítico que debe intentar enfrentarse con el capital global de modo que logre
comprender sobriamente el desarrollo del capital y las posibilidades que genera
en lugar de limitarse a demonizarlo. Es extremadamente importante, porque la
izquierda es menos sensible a las ideologías reaccionarias de carácter
antifinanciero o antisemita. Y estas ideologías son formas fetichistas de
oposición que en último término debilitan a la izquierda y la aproximan a una
fusión con movimientos que considero reaccionarios.
P – ¿Qué aspectos de la Escuela
de Frankfurt pueden ser reactivados para comprender las sociedades y culturas
capitalistas contemporáneas?
R – La dicotomía entre la postura excesivamente optimista de Benjamin,
apoyada en una comprensión brechtiana de la cultura de masas como cultura de
las masas y la interpretación excesivamente pesimista de Adorno, que implica la
subsunción total de todo al valor, me parece desafortunada. Se acusa
erróneamente a Adorno de elitismo. Sin embargo, creo que hay un núcleo racional
en su crítica. Pero ni Adorno ni Benjamin se hicieron cargo de la duplicidad de
la cultura de masas.
El capital no es solo algo negativo que ha caído sobre los seres humanos,
sino también una forma enormemente generativa de posibilidades que al mismo tiempo
bloquea. El problema del capital es su duplicidad, y creo que resulta
enormemente difícil comprender su carácter doble.
En este caso, nuestra tarea sería analizar el potencial emancipador de
nuevas formas de comunicación y, al mismo tiempo, poner de manifiesto los modos
en que no son emancipadoras. Desde esta base, podríamos considerar si sería
posible apropiarse de su potencial emancipador de un modo que logre ir más allá
de su forma existente. Pero me parece que, si queremos conocer las verdaderas
posibilidades del presente, tenemos que hacerlo desde la base del presente.
P – Estoy de acuerdo en que si
quisiéramos extrapolar este carácter doble de la mercancía y del capital a
nuestro propio análisis de la sociedad y de la cultura, quizá podríamos
comenzar a abrir nuevas vías.
R – Te doy las gracias.
Moishe Postone (1942), enseña historia
intelectual europea de los siglos XIX y XX en la Universidad de Chicago. Su
obra es conocida por su nueva lectura de Marx para repensar las categorías
básicas del análisis del capitalismo y también para descifrar la dinámica de
las transformaciones de las sociedades contemporáneas.
Además, Postone ha realizado contribuciones
fundamentales y originales al examen y el conocimiento del antisemitismo (*).
Su análisis le ha permitido desarrollar una comprensión de la especificidad del
antisemitismo como una respuesta fetichista y pseudo-emancipadora al malestar
en el capitalismo.
(*) “La lógica del antisemitismo”, incluido en
el volumen M. Postone, G. Wajnstein, B. Schulze: La crisis del estado-nación: antisemitismo, racismo, xenofobia,
Barcelona: Alikornio, 2001, págs. 19-42.
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