En
Alemania el debate público sobre el antisemitismo y el nacionalsocialismo se ha
caracterizado porque cuando los liberales y los conservadores se ocupan del
nacionalsocialismo, centran su atención en la persecución y aniquilación de los
judíos y olvidan otros de sus aspectos centrales. Pretenden subrayar la ruptura
absoluta que supuestamente separa la República Federal del III Reich. Así, el
rechazo al antisemitismo, entendido como un simple prejuicio, ha servido para
legitimar el régimen vigente.
En
cuanto a la izquierda, siempre ha tenido tendencia a no comprender el
nacionalsocialismo más que como una simple variante del capitalismo. Y
acentuar, así, los elementos de continuidad entre la República Federal y el III
Reich. La izquierda no ha pasado por alto la destrucción de los judíos, sin
embargo ha entendido el antisemitismo como un elemento periférico. Esas dos
visiones han aislado, cada una a su modo, el Holocausto fuera del estudio
socioeconómico y sociohistórico del nacionalsocialismo.
“Un análisis del
nacionalsocialismo, que no consiga explicar la aniquilación del judaísmo
europeo, no está a la altura de su objeto”, escribe M. Postone en su
‘La lógica del antisemitismo’ [*].
Por
ello en ese ensayo ha pretendido poner en evidencia los aspectos del
antisemitismo moderno que deben considerarse inseparables del
nacionalsocialismo.
“¿Qué constituye la
especificidad del Holocausto y del antisemitismo moderno?” se pregunta Postone.
Y añade que no se trata de una cuestión de
cantidad. Se trata más bien de una especificidad cualitativa. Mientras
el antisemitismo sea tratado como un simple ejemplo del poder del prejuicio, de
la xenofobia y del racismo, ciertos aspectos de la aniquilación del judaísmo
europeo permanecerán inexplicables.
El
Holocausto se ha visto a sí mismo como una misión ideológica y no tiene
significación funcional. La aniquilación de los judíos no era el medio de
conseguir otro fin. No había ningún otro objetivo ‘exterior’. La aniquilación
de los judíos no sólo tenía que ser total, sino que era además una finalidad en
sí.
Una vez reconocida la especificidad cualitativa de la aniquilación del judaísmo europeo, aparece como una evidencia que todas las tentativas de explicación que se apoyen en las nociones de capitalismo, de racismo, de burocracia, de represión sexual o de personalidad autoritaria se convierten en demasiado generales. Entender, aunque sea parcialmente, la especificidad del Holocausto exige recurrir a una argumentación también específica.
Una vez reconocida la especificidad cualitativa de la aniquilación del judaísmo europeo, aparece como una evidencia que todas las tentativas de explicación que se apoyen en las nociones de capitalismo, de racismo, de burocracia, de represión sexual o de personalidad autoritaria se convierten en demasiado generales. Entender, aunque sea parcialmente, la especificidad del Holocausto exige recurrir a una argumentación también específica.
Como
existe una estrecha relación entre la aniquilación del judaísmo europeo y el
antisemitismo, según Postone, comprender el antisemitismo moderno supone
considerar el nazismo como un movimiento, según su propia terminología, de
‘revuelta’.
El
antisemitismo moderno, que no se debe confundir con el prejuicio antijudaico,
es una ideología que hizo su aparición en Europa hacia finales del siglo XIX.
Presupone la existencia secular de formas de antisemitismo anteriores, ya que
el antisemitismo fue siempre una parte integrante de la civilización cristiana
occidental. Todas las formas de antisemitismo tienen en común la idea de un
poder judío. Un pensamiento maniqueo en el que los judíos desempeñan el papel
de hijos de las tinieblas.
No
es la amplitud, dice Postone, sino la calidad del poder atribuido a los judíos
lo que diferencia el antisemitismo de otras formas de racismo. El poder que el
antisemitismo atribuye a los judíos ha sido concebido como real. Esa alteridad
cualitativa ha sido expresada en términos de misteriosa presencia inasible, abstracta
y universal. Al no estar fijado concretamente, ha sido percibido como
difícilmente controlable. Los judíos son sinónimo de una inabarcable
conspiración internacional, desmesuradamente poderosa. Los judíos representan
pues una potencia destructiva, peligrosa y extranjera que mina la nación. El
antisemitismo moderno se ha caracterizado también por su lado sistemático.
Pretende explicar el mundo.
Esa
definición es indispensable para diferenciarlo de los prejuicios o del racismo
en general. Sin embargo, no aclara el vínculo que ha unido el antisemitismo
moderno con el nacionalsocialismo. Es obligada una explicación del
antisemitismo que sea capaz de enlazar con el análisis socioeconómico del
nazismo. Se necesita una explicación que sea una teoría materialista del
conocimiento, plantea Postone.
Es importante subrayar el resurgimiento de la existencia de una forma de pensamiento en la que la evolución rápida del capitalismo industrial está personificada en la figura del judío y se identifica con él. A los judíos se les responsabiliza, además, de las crisis económicas y se les identifica con las reestructuraciones y las rupturas sociales que van unidas a la industrialización rápida. La dominación abstracta del capital en el proceso de industrialización tejió una red de fuerzas dinámicas que no podían ser comprendidas y fueron percibidas bajo la figura del ‘judaísmo internacional’.
Es importante subrayar el resurgimiento de la existencia de una forma de pensamiento en la que la evolución rápida del capitalismo industrial está personificada en la figura del judío y se identifica con él. A los judíos se les responsabiliza, además, de las crisis económicas y se les identifica con las reestructuraciones y las rupturas sociales que van unidas a la industrialización rápida. La dominación abstracta del capital en el proceso de industrialización tejió una red de fuerzas dinámicas que no podían ser comprendidas y fueron percibidas bajo la figura del ‘judaísmo internacional’.
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