[by Google]
El
ciudadano normal que está al corriente de los temas públicos, sabe que los
judíos no representan un problema para la sociedad, los que realmente lo
plantean son aquellos a quienes se llama inmigrantes. En este espacio es donde se
puede debatir el ‘límite de la tolerancia’, es ahí donde se sitúa la división
del género humano entre ciudadanos y extranjeros. Se trata sencillamente,
escribe Schulze, de pagar el justo
precio del universalismo de los derechos del hombre.
Hay
que aceptar que, si existe un problema antisemita, éste no tiene nada que ver
con la ‘cuestión judía’ que se resolvió al transformar la religión de causa
pública en causa privada. El antisemitismo tiene una lógica que le es propia, según
Postone, que se desarrolla aunque no haya judíos.
Pero
también, señala Schulze, el ciudadano pasa el tiempo deplorando la ‘tragedia
judía’. Utiliza Auschwitz para neutralizar los estados anímicos que le produce
la contradicción de su propia condición social de ciudadano que aúna sus
valores universales a la sociedad capitalista que conlleva un antisemitismo
activo. El ciudadano se halla a la búsqueda de una impresión viva que provoque
el espíritu, en vez de poner a su espíritu en la búsqueda de la comprensión del
antisemitismo y prefiere verse afectado en vez de entender lo que ha sucedido.
Esta
manera común de razonar, que oscurece en vez de esclarecer, tiene la ventaja de
exponer a la luz pública la disposición del ciudadano a abrazar el
antisemitismo. Existe claramente en este mundo que se llama de economía de
mercado y democracia, una fuerte carga de antisemitismo que afecta hasta los
más íntimos movimientos del alma de los ciudadanos.
Hace
unos años, los antirracistas estigmatizaron de manera unánime el ‘rechazo del
otro’, hoy quieren anular cualquier esperanza de un mundo sin racismo ni
antisemitismo. El ciudadano y el antisemita, dice Schulze, se ponen de acuerdo
para afirmar que el antisemitismo es un asunto del corazón humano, aunque el
antisemita prefiera llamarlo amor a la patria y el ciudadano odio al otro.
Quien ha sembrado el antisemitismo en el corazón del hombre no tiene ningún
argumento para destruir el orden social cuya conservación ya ha exigido más de
una vez, que el antisemitismo pase a la acción.
La
retórica del ‘odio al otro’ hace que la cuestión antisemita sea una falsa
abstracción, esa abstracción escondería cómo el individuo siguiendo los
caprichos del mercado, se convierte en hombre nacional que es llevado a
enfrentarse al poder de la ‘internacional judía’. Una formulación que encubre
hechos sociales como pueden ser la lucha por la supervivencia económica dentro
del cuadro de la competencia general. La figura del ‘odio al otro’ se situaría entonces
en otro lugar en la que no se actúa movido por el odio sino apoyado por las
leyes. Ya que sería perfectamente racional la distinción administrativa entre
ciudadano y extranjero.
Esta
distinción no se halla en el origen del antisemitismo moderno que ha querido
ser totalizante en la medida que pretendía, a priori, la destrucción de todos
los judíos. Auschwitz, espacio ‘edificante’ por excelencia para el ciudadano
enseña, como resalta Schulze, que el antisemitismo moderno, al igual que toda
la política de inmigración, actúa en el ámbito de la ley, de la administración
y de la policía. El Estado se convierte en antisemita cuando la conservación
del orden capitalista exige dar un paso adelante. En este momento se afirma ‘la
identidad nacional’ y el antisemitismo está en el centro directivo de esta ‘identidad’.
Los
elementos fundamentales de la dinámica nacional están presentes de manera
característica en los tiempos ‘normales’. La nación que se tiene por ser lo que
hay de más concreto, es, de hecho, una pura abstracción. Ante la evidencia de
la imposibilidad de definir racionalmente la esencia nacional, el Estado la define
por exclusión: el ciudadano nacional se define mediante la negación del
extranjero.
Cuando
una sociedad entra en crisis, el derecho de los extranjeros se endurece, la
autoridad soberana se afirma bajo la forma de la nación. La exaltación de la
nación acrecienta la diferencia entre nacionales e inmigrados. Finalmente, el
Estado se vuelve abiertamente autoritario con el fin de doblegar las fuerzas
centrífugas que podrían agitar la sociedad en el curso de una crisis. La nación
se convierte en la forma ideológica en la que se invita al ciudadano a
contemplar la administración de los asuntos cotidianos mediante el uso de la
fuerza bruta.
Se
trata de una especie de idealismo real, plantea Schulze. La nación, que
pretende ser la cosa más concreta existente, es de hecho, lo más abstracto.
Así, la única manera que una abstracción se haga pasar por algo concreto residirá
en suponerse atacada por ‘fuerzas abstractas’ de las ‘potencias cosmopolitas’ que
maquinen infatigablemente para disolverla, lo que la llevará a combatirlas de
la misma manera. Cuanto más se agrave la crisis social, más se afirmará la
autoridad del Estado y la nación se lanzará con más fuerza a perseguir a los ‘agentes
disolutos’ a los que se responsabiliza de ser los causantes de la crisis social
ya que se presenta bajo la forma de ‘decadencia nacional’.
La
ideología antisemita va siendo más real a medida que se agrava la situación
nacional. El combate contra las potencias abstractas consiste, según Hilberg,
en definir, expropiar, concentrar y aniquilar a los judíos, porque personifican
estas fuerzas. En vez de solucionar la crisis social mediante una revolución
social, ésta se sustituye por una ‘revolución nacional’ contra los judíos.
Por
todo ello, concluye Schulze, el antisemitismo es una ideología secundaria que
no puede combatirse como tal. Inscrita en las relaciones de producción
capitalista, resucita cada vez que empieza a derrumbarse la marcha tranquila de
la acumulación. Y en ella el antisemita descubre el desolador consuelo de
encontrarse al lado de un poder que les atacará en el mismo instante en que
crean atacarlo atacando a los judíos.
[*]
Schulze, Bodo.- ‘De la question antisémite’.
Rev. Temps Critiques. nº 2.
Otoño 1990.
No hay comentarios:
Publicar un comentario