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Se le reprocha a Rosset, un schopenhaueriano, que mantenga
siempre [lo que para Bergson
sería una cualidad] el mismo discurso -lo real es lo real-, sin definir
el sentido preciso de ‘real’. Por otro lado, también se le censura su silencio
en materia de moral.
Objeciones a las que respondió con escritos (*) sobre el
demonio de la tautología y el demonio del bien.
I.- El demonio de la tautología.
A)
Lo real, escribe
Rosset, es todo lo que existe en función del principio de identidad [A es A]. Y lo irreal, lo que no existe según ese mismo principio, es decir no
sólo todo aquello imaginario (de alucinación), sino también lo ilusorio,
que no responde rigurosamente al principio de identidad.
La definición de lo real sería, pues, ser aquello que
permanece sometido al principio de identidad sin ninguna condición ni
restricción. Pero definir así lo real no dice nada de ello, salvo que ’lo real
es real’. El discurso entonces sobre lo real, será tautológico o no será, o al menos no tendrá razón de tener lugar.
Es lo que recomienda Wittgenstein en su Tractatus: “Sobre lo que no se puede hablar, hay que callar”. Pero, ¿sería lo mismo un discurso vacío que un discurso tautológico? se pregunta Rosset.
Y responde que un discurso tautológico, una proposición
tautológica, no es un discurso pobre, a pesar de que Wittgenstein encierra las
proposiciones en el interior de un sistema de posibilidades de verdad entre dos
límites, uno externo, la contradicción, y otro interno, la tautología. Vacías
de sentido, tanto la contradicción, siempre falsa, que no enseña nada, como la
tautología, siempre verdadera, que tampoco enseña nada.
Recuerda que frente a Wittgenstein, ya Parménides parece
haber concluido en su día de forma distinta, estimando que la fórmula
tautológica no sólo designa una evidencia lógica, sino la más certera realidad. El ser, que es lo que es y no
es lo que no es, es también “lo que
existe ahora”. Entonces ¿en qué medida una verdad lógica puede expresar
también una verdad ontológica o existencial?
Parménides vs.
Wittgenstein: “Es lo mismo pensar y ser”,
dejó escrito el griego.
No obstante, en el Tractatus, según Rosset se podrían distinguir con mayor complejidad, tres características de la tautología. A saber:
- La primera es que la tautología constituye una proposición
hueca y vacía, que no constituye siquiera una proposición.
- La segunda sería que la tautología que es verdadera en
todos los casos, también debe ser considerada como un modelo de verdad.
- Y la tercera, que este modelo de verdad es lo contrario de un principio de realidad.
Wittgenstein plantea lo primero bajo forma de alternativa. O
bien la tautología dice todo, por tanto anuncia una verdad que no tiene
excepciones, pero entonces no dice nada. En ese caso, la verdad de la
tautología no encuentra una forma de falsedad a la cual oponerse, si todo es
verdadero, nada lo es [como
dijo Jankélévitch: “si todo es rosa nada
es rosa”]. O bien la tautología no dice nada, repite su propio hecho
sin añadir la menor información, en tal caso la tautología tampoco dice nada.
Así: “decir de una cosa que es idéntica a sí misma no dice
absolutamente nada”.
Wittgenstein avala, como sugiere Rosset, esa segunda
característica de radicalización de la tautología como modelo de verdad, al
plantear que cualquier otra forma de proposición no sólo no es verdadera, sino
que además es falsa. El conjunto de las verdades es entonces el conjunto de las
generalizaciones de esta verdad, que lleva por nombre tautología. Y no hay
forma de escapar de la alternativa: o hablar de manera tautológica y decir
verdad, o hablar alejándose de la tautología y decir falsedad. A partir del
momento en que se dispone de un pensamiento verdadero, cualquier otro
pensamiento es falso por definición.
[Remite aquí
Rosset a la psiquiatría, donde uno de los rasgos más característicos de la
paranoia consistiría en una especie de reducción del lenguaje a la tautología,
con pérdida de las funciones polisémica y metafórica del lenguaje. Incluso
fórmulas no tautológicas en sí, engendran un uso tautológico del lenguaje en el
paranoico, para el que la seguridad reside en la univocidad, una palabra para
cada cosa y una cosa para cada palabra. Una terminología monosémica y su
sintaxis monoidéica].
Por último, la tautología para él no tiene ningún poder
descriptivo y sería incapaz de definir la realidad de las cosas que existen.
Así, dice Wittgenstein: “La tautología y
la contradicción no son imágenes de la realidad. No representan ningún estado
posible de las cosas (…) la tautología permite cualquier estado (…) la
contradicción no permite ninguno”. O incluso: “la tautología deja a la realidad todo el espacio lógico (…) la
contradicción llena todo el espacio lógico y no deja punto alguno a la realidad
(…) ninguna de las dos pueda en modo alguno determinar la realidad”.
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