Freud y Derrida.
Las sugerencias anteriores
enlazan como por ensueño, indica Sloterdijk, con la obra tardía de Freud. En
concreto con el texto que escribió entre 1934 y 1938, en el umbral de su
muerte, Moisés y la religión monoteísta.
Ya sabemos que en su primera
parte, con el título de «Moisés, un egipcio», Freud desarrolla la idea de que
Moisés, el liberador y legislador del pueblo judío, no era judío sino egipcio, tanto por su cultura como por
su nacionalidad. Despliega allí la tesis de que el eminente egipcio Moisés,
partidario de la religión solar y monoteísta de Atón (introducida en el siglo
XIV a.C. por Akenatón), no viendo perspectivas de difundir en su propio pueblo con
éxito la nueva fe, habría hecho causa común con los judíos sometidos a la
esclavitud y los habría conducido fuera de Egipto, con la intención de retomar
en otro lugar y con otro pueblo, la experiencia monoteísta. Enseñó a los judíos
la costumbre egipcia de la circuncisión, además de la arrogancia religiosa y el
rigor contra sí mismo que una
religión estrictamente monolátrica exige de sus fieles.
En el marco de esta inmensa
revisión de la historia judía llevada a cabo por Freud, escribe Sloterdijk, se
desenvuelve una suerte de preludio a lo que más adelante, en Derrida, se
describirá por medio del concepto clave de différance. En la
interpretación de Freud se habla de la Entstellung,
la deformación de un texto, o mejor, su desfiguración, que
atañe a la inversión real de roles y
a la redacción de relatos irreconocibles, eliminando sus huellas.
En su libro, el propio Freud indicó que la
palabra ‘desfiguración’ no sólo
debiera significar ‘alterar en su manifestación’, sino, también, ‘poner en un
lugar diverso’, ‘desplazar a
otra parte’.
De tal manera, que entonces la différance, en
la perspectiva de Freud, no encubriría
únicamente la ruptura con el presente absoluto, sino el desfase en el espacio y
el reordenamiento en la asignación de los roles. Para ser un ‘neoegipcio’ monoteísta era menester participar en la experiencia
religiosa del judaísmo. También Derrida formalizará la idea de que no se puede
ser judío sin encarnar el espectro de Egipto. Moisés quería conducir a los
judíos al extranjero y les impuso la circuncisión que en cierta medida los
convertía en egipcios.
Freud lleva a cabo, así, una
‘deconstrucción’ del mito del Éxodo concebido como la realización de un ‘egipcianismo’
radical por medios judíos. Como explica Sloterdijk, la salida de Egipto les dio
a los judíos encabezados por Moisés la forma de pueblo 'heteroegipcio' que toma
del Otro el signo de su especificidad, la circuncisión, que les serviría a su
vez de distinción como pueblo emigrado.
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