Es importante resaltar
que en el mundo real, es difícil encontrar los tipos ideales [sólo pululamos
los materiales]. Esto no suponía para Weber un problema ya que el valor
principal de su concepto era su capacidad de generar nuevas ideas. Decía: ‘Un tipo ideal está formado por la síntesis
de fenómenos concretos difusos en una construcción conceptual analítica
unificada, dicha construcción mental no puede ser encontrada empíricamente en
la realidad’. Tipo ideal como
instrumento pues para aprender los rasgos esenciales de ciertos fenómenos
sociales. Hoy no se considera tan trascendental, Weber tiene
demasiados descosidos.
No sé
si Freud tendría razón. No sé si hay que matar al padre o hay que matar a la
madre. O hay que matar a ambos. El caso es que ambos, hoy, están muertos.
Y es
cierto que Habermas y Lyotard, por citar a algunos, sí habían matado
filosóficamente a ese padre, o madre, de lo cognitivo, lo ético y lo estético
que fue Weber. Y lo habrían asesinado, avant
la lettre, dentro del sistema. El crimen perfecto. Pero esa es otra
historia.
Es
curioso que Weber, el sí que no creyó en Freud, sufriera una devastadora
depresión, en la que, según Roger Bartra, tendría que ver un cierto peso de la
culpa en un contexto típicamente edípico.
Él, el
paladín de la ética protestante, base espiritual del capitalismo y columna
vertebral de la modernidad y en el que puede rastrearse el postmodernismo, experimentó
en su propia carne y alma una confrontación poderosa de su ideal puritano con
la voluptuosidad.
Else von Richthofen
En
Italia de vacaciones, sucumbió, maduro esposo respetable, al amor mundano,
practicando una ética pagana que contribuyó a su melancolía pero que no supo
interpretar intelectualmente. En
cuanto gozó de la sexualidad, cesaron todos los síntomas de la enfermedad y
desarrolló una capacidad de trabajo impresionante.
Sus
prejuicios le impidieron admitir que el hedonismo acabaría convertido en la
justificación cultural del capitalismo liberal.
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