(Resulta inescapable tomar parte
en la oscilación que nuestras sociedades experimentan entre el crimen del
autoritarismo sistémico y la transformación revolucionaria. De un texto de M. Expósito). [*]
A
fin de polemizar con el sector progresista cuyas lecturas de Benjamin despotencian los vectores más
radicales de sus contribuciones originarias a una teoría estética materialista
no especulativa, hay que refuncionalizar al autor alemán. Aquí se hace en tres
partes relacionadas con la tesis de que hay que sostener que la tarea del arte
vuelve a ser hoy, o bien contribuir a la autodestrucción de la humanidad
alienada, o bien cooperar en la emancipación social mediante una práctica
revolucionaria.
***
1.
WALTER BENJAMIN, PRODUCTIVISTA.
El
encuentro con Brecht causó en
Benjamin un giro cuando se decidió a incorporar en su obra un marxismo
antipositivista y la intensidad en su relación explica la beligerancia de Adorno contra el ensayo sobre la
reproductibilidad técnica. Por ello, la tensión entre marxismo y mesianismo es
consustancial al último Benjamin como un complejo inescindible.
La
teoría estética de Walter Benjamin se basa principalmente en ‘La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica’. En su epílogo reprodujo la frase: “Hágase
el arte y
perezca el mundo”.
Lo
que importaría, de acuerdo con Expósito, son los diferentes efectos sobre el
espectador que la práctica del arte provoca, con o sin 'obras'. Benjamin buscaba
oponer a la obra de arte tradicional -aurática- la obra de arte técnicamente
reproductible, es decir, aquella cuya potencialidad de ser reproducida es un
rasgo estructural y no externo a su modo de producción. Oponer, pues, los
efectos que uno y otro tipo de obra producen en el sujeto. Si la inscripción de
la obra aurática en la tradición se efectúa mediante su valor de culto, en el
caso de la obra de arte reproductible la relación del espectador se
establecería con el aparato técnico, en el seno de la política y de acuerdo con
unas condiciones de recepción no individualizada.
En
ese sentido, “el lector está siempre
preparado para convertirse en escritor”, afirmaba Benjamin, y ello mediante
la producción de un tipo de obra que pueda ser recibida de manera desacralizada
y liberadora por un tercero. La transformación del autor en productor de una
'obra' que se articula en el interior de unas condiciones de recepción no
auráticas, es la precondición para que el lector así socializado ejerza su
propio trabajo de lectura emancipada.
El
discurso de Benjamin se refiere a la pérdida del aura y al cambio de estatuto
estético, social e histórico de la obra de arte. A cómo el arte se politiza. La politización de una práctica del arte
donde el arte y la obra ya no son importantes como un fin, sino como un medio
para la emancipación del sujeto en sociedad. Sin olvidar la íntima relación
que una politización de la práctica artística ha de guardar con una praxis del
cambio social.
Expósito
menciona, como ejemplo, la referencia en Benjamin de Sergéi Tretiakóv, que fue
un escritor bolchevique, que tradujo por primera vez a Bertolt Brecht al ruso, contribuyó
a radicalizar la práctica estética de Eisenstein
e inspiró directamente a Walter Benjamin su teoría productivista de la
producción literaria.
En
su diario en una comuna agrícola, un koljós,
Tretiakóv escribió: “… sin un conocimiento exacto del arado, es imposible (…) ser el autor de ninguna obra”.
Menos
de una década después, fue arrestado por la policía de Stalin y encarcelado.
Hay quien dice que no fue ejecutado, que Tretiakóv se suicidó, pero como
nadie puede escribir el último pensamiento de su propia vida, no sabremos la
posible causa de ello.
[*] Vide Walter Benjamin, productivista. Marcelo Expósito.
Ed. Consonni. Bilbao, 2013.
[sigue]
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