Este decálogo que el joven equipo de ‘Los Certificadores’ cuelga en la revista ‘Pasajes’* no deja de tener la
ingenuidad del idealista, no por romántico menos optimista y no por utópico
menos conservador.
Manifiesto
energético [recycled]:
“1 AMAMOS LOS PATIOS, porque carecen de un uso específico
en origen, su función depende del clima y varía según las culturas y las
épocas.
2 ODIAMOS LOS PASILLOS, porque reducen la versatilidad
tomando cada habitación una sola función.
3 AMAMOS LAS FRESQUERAS, porque aprovechan las
condiciones térmicas exteriores para reducir el consumo energético de la
vivienda.
4 ODIAMOS LOS ARMARIOS EMPOTRADOS, porque impiden la
reconfiguración espacial y no tienen ruedas.
5 AMAMOS LAS GLORIAS, porque necesitan de un
calentamiento menor del agua para obtener la temperatura de confort, ya que
aprovechan de forma natural los movimientos convectivos.
6 ODIAMOS LAS VIEJAS CALDERAS DE GASÓLEO, porque apoyan
los oligopolios energéticos, contaminan la atmósfera y aumentan la dependencia
energética.
7 AMAMOS LAS CONTRAVENTANAS DE MADERA DE LOS BALCONES
ANTIGUOS, porque su transmitancia térmica es baja y regulan la luz y el sonido
de una forma más flexible y original que las persianas convencionales.
8 ODIAMOS LAS ROZAS, porque limitan la distribución
espacial e implican un gasto económico y material cada vez que se modifican.
9 AMAMOS LOS TOLDOS GRADUABLES, porque son horteras y
practicables y modifican la envolvente de los edificios energética y
formalmente.
10 ODIAMOS A LOS ARQUITECTOS BURBUJA, porque han
construido... "
Como escribe José
Ballesteros, ya sabemos que durante mucho tiempo la arquitectura no ha importado,
solo la superficie. Los metros cuadrados eran el factor determinante en la
ecuación del dinero, lo que fija el tamaño de los fraudes y las estafas, del
valor de los arquitectos. Y la relevancia social de los arquitectos ha sido
comparable a la de los constructores: volumen de negocio.
Por eso, también, sería
bienintencionado, pero irreal, decir que el "SE
ACABÓ EL NEGOCIO, EMPIEZA LA ARQUITECTURA" no es el lema de la
nostalgia en un evento acontecido.
Sí coincidiríamos
en que, en ese mundo real en el que hay que trabajar, la sociedad tendría que
demandar espacio arquitectónico con tecnología integrada suficiente como para
competir en un mercado evolutivo. Y habría que responder con soluciones
adecuadas a la flexibilidad programática solicitada. Si no están claras las
atribuciones es porque se han perdido competencias profesionales. Y ojalá que
la construcción del siglo XIX ya no tenga tantas opciones de venta activa. Se
prestaran servicios y se pagará por ello lo que sea justo sin documentos
inútiles (esa fatalidad necesaria del proyecto, como indica J. Ballesteros).
*vide Pasajes.
Arquitectura. Diseño e innovación. nº 130. Noviembre 2013. Ed. Reverse
Arquitectura. Madrid.
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