viernes, 1 de mayo de 2020

Pasajes a ninguna parte.


Este decálogo que el joven equipo de ‘Los Certificadores’ cuelga en la revista ‘Pasajes’* no deja de tener la ingenuidad del idealista, no por romántico menos optimista y no por utópico menos conservador.

Manifiesto energético [recycled]:
“1 AMAMOS LOS PATIOS, porque carecen de un uso específico en origen, su función depende del clima y varía según las culturas y las épocas.
2 ODIAMOS LOS PASILLOS, porque reducen la versatilidad tomando cada habitación una sola función.
3 AMAMOS LAS FRESQUERAS, porque aprovechan las condiciones térmicas exteriores para reducir el consumo energético de la vivienda.
4 ODIAMOS LOS ARMARIOS EMPOTRADOS, porque impiden la reconfiguración espacial y no tienen ruedas.
5 AMAMOS LAS GLORIAS, porque necesitan de un calentamiento menor del agua para obtener la temperatura de confort, ya que aprovechan de forma natural los movimientos convectivos.
6 ODIAMOS LAS VIEJAS CALDERAS DE GASÓLEO, porque apoyan los oligopolios energéticos, contaminan la atmósfera y aumentan la dependencia energética.
7 AMAMOS LAS CONTRAVENTANAS DE MADERA DE LOS BALCONES ANTIGUOS, porque su transmitancia térmica es baja y regulan la luz y el sonido de una forma más flexible y original que las persianas convencionales.
8 ODIAMOS LAS ROZAS, porque limitan la distribución espacial e implican un gasto económico y material cada vez que se modifican.
9 AMAMOS LOS TOLDOS GRADUABLES, porque son horteras y practicables y modifican la envolvente de los edificios energética y formalmente.
10 ODIAMOS A LOS ARQUITECTOS BURBUJA, porque han construido... "


Como escribe José Ballesteros, ya sabemos que durante mucho tiempo la arquitectura no ha importado, solo la superficie. Los metros cuadrados eran el factor determinante en la ecuación del dinero, lo que fija el tamaño de los fraudes y las estafas, del valor de los arquitectos. Y la relevancia social de los arquitectos ha sido comparable a la de los constructores: volumen de negocio.
Por eso, también, sería bienintencionado, pero irreal, decir que el "SE ACABÓ EL NEGOCIO, EMPIEZA LA ARQUITECTURA" no es el lema de la nostalgia en un evento acontecido.

Sí coincidiríamos en que, en ese mundo real en el que hay que trabajar, la sociedad tendría que demandar espacio arquitectónico con tecnología integrada suficiente como para competir en un mercado evolutivo. Y habría que responder con soluciones adecuadas a la flexibilidad programática solicitada. Si no están claras las atribuciones es porque se han perdido competencias profesionales. Y ojalá que la construcción del siglo XIX ya no tenga tantas opciones de venta activa. Se prestaran servicios y se pagará por ello lo que sea justo sin documentos inútiles (esa fatalidad necesaria del proyecto, como indica J. Ballesteros).

*vide Pasajes. Arquitectura. Diseño e innovación. nº 130. Noviembre 2013. Ed. Reverse Arquitectura. Madrid.

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