Benjamin
y el Barroco (1).
Sostiene Kracauer que el lugar que una época
ocupa en el proceso histórico se determina con más fuerza a partir del análisis
de sus discretas manifestaciones superficiales, que a partir de los juicios de
la época sobre sí misma. En cuanto que expresión de tendencias históricas, los
juicios no serían un testimonio convincente de la constitución global del
período. Y las manifestaciones epocales, a causa de su inconsciencia,
preservarían el acceso inmediato al contenido básico de lo existente y su
importancia estaría vinculada a su conocimiento.
Kracauer, S.- “Sobre los escritos de Walter
Benjamin”, en Construcciones y perspectivas. El ornamento de la masa 2.
Ed. Gedisa. Barcelona, 2009.
En opinión
de Walter Benjamin, fue Baudelaire quien, como tema poético, expresó su
experiencia de la ciudad moderna alegóricamente, un modo literario que no había
estado de moda desde el Barroco.
Ante cierto
tipo de críticas filosóficas, la respuesta de Benjamin había sido inventar la
noción de imagen dialéctica, en busca de la cual acudió a los emblemas barrocos
y a la alegoría; se trataba de que la interacción de las ideas fuese
reemplazada por la interacción de los objetos emblemáticos. La alegoría,
sugirió, podía asumir el papel del pensamiento abstracto.
La
importancia del Barroco en la primera modernidad se refleja en la teoría de la
alegoría de Benjamin. La alegoría sería la idea hecha sensible, encarnada,
dice Benjamin. La alegoría del siglo XVII no existiría como convención de la
expresión, sino como expresión de la convención. Y la alegoría moderna no
constituiría un mero tropo que designa una narrativa alterna o simplemente
encriptada en signos, no sería una técnica lúdica de producción de imágenes,
sino que sería expresión, tal como lo sería sin duda el lenguaje, y también la
escritura.
Benjamin
trata de demostrar que la alegoría no es una técnica de producción de imágenes,
sino una forma de expresión de la modernidad. El núcleo de la visión
alegórica del mundo es barroco y mundano: en tanto que barroco, señala la
historia del mundo como sufrimiento, en tanto que mundano, piensa el
sufrimiento como historia del mundo. La teoría de la alegoría es una
teoría del luto y del tránsito.
La
alegoría, sostiene Benjamin, es exactamente el método adecuado para la era de
las mercancías. Usando a Marx, plantea que es la elevación del valor del mercado
hasta convertirse en la única medida de valor, lo que reduce la mercancía a
nada más que un signo, el signo de por lo que se va a vender. Bajo el reinado
del mercado, las cosas se relacionan con su valor real tan arbitrariamente
como, por ejemplo, en los emblemas del Barroco. De esa forma, los
emblemas vuelven a la escena histórica en forma de mercancías, que bajo el
capitalismo no son ya lo que parecen, sino imágenes sobreabundantes en
sutilezas metafísicas e, incluso, detalles teológicos.
Benjamin opone así el encantamiento colectivo por
imposición del mercantilismo frente al desencanto por la pérdida de creencias
que es lo que, según Max Weber, marcaba el mundo moderno. La posición de Benjamin era que el
sujeto, toda vez que se muestra históricamente incapacitado para el gobierno
del mundo circundante, lleva consigo la forma de su propia cosificación. [Y
Adorno añadía que toda reificación es un olvido]. Sólo cuando
se les hiciera comprender lo que les ha sucedido, espera Benjamin, las personas
se despertarán del narcótico encantamiento del capitalismo.
Es destacable que el estudio filosófico de la estética
del barroquismo, obra de 1927 de Benjamin, fuera escrita bajo el influjo de las
categorías ‘schmittianas’ de la soberanía o el estado de excepción.
Ello fue motivo de una carta, en la década de 1930, de Benjamin a Carl
Schmitt agradeciendo sus aportes y enviándole un ejemplar de su estudio. El
historiador italiano Enzo Traverso comentó dicha carta —ocultada por Adorno y
Scholem en la publicación de la correspondencia del amigo— y la muestra como un
documento de inagotable valor sobre la cultura política y estética del periodo
de Weimar. En opinión de Traverso, la carta muestra una de las liaisons dangereuses,
aunque no por ello menos productivas, del radicalismo político de entreguerras.
Ese documento fue exhibido por el propio Schmitt en su estudio sobre Hamlet,
obra sembrada de referencias al estudio de Benjamin sobre el Barroco alemán.
Entre ambos estudios existe un paralelismo sorprendente. Aun así, Traverso se
muestra cuidadoso en su lectura y sostiene, como es evidente, que existen
evidentes diferencias entre el radicalismo de Benjamin con la postura
autoritaria de Schmitt.
Traverso, E.- "'Relaciones peligrosas'.
Walter Benjamin y Carl Schmitt en el crepúsculo de Weimar", Acta
Poética, vol. 28, núms. 1-2, primavera-otoño 2007, pp. 93-109.
Valdés Leal
(…)
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