Benjamin y el Barroco (y 2).
Pero ¿qué era el Barroco para el pensador judeo-alemán?
Pero ¿qué era el Barroco para el pensador judeo-alemán?
Benjamin [*] lo
concibe como un ethos, como conjunto de prácticas que tienen lugar en la
dimensión productiva (económica) y en la supra-productiva (ideológica) del
hombre del siglo XVII, post-tridentino y pre-capitalista, burgués incipiente y
cristiano en crisis.
El Barroco
es una categoría que en Benjamin opera como principio activo de una experiencia
muy concreta del mundo. Por ello no adopta la estrategia según la cual la
estructura de conexiones internas que permiten hablar de lo ‘barroco’ fuese una
construcción mental. Más que una construcción del historiador o un periodo
histórico, fue para Benjamin, una ruptura o corte epistemológico.
Benjamin
respecto al Barroco no establece una periodización de los géneros artísticos,
aborda la relación entre arte y sociedad, entre las formas artísticas y el
mundo de la vida: el carácter problemático de la alegoría es coherente con el
carácter problemático del mundo. La alegoría no es un producto, consciente o
inconsciente, de un esfuerzo estético, sino una reacción necesaria ante la
realidad tal como es inmediatamente vivida por el hombre.
Benjamin se
enfrentó a la recepción crítica de su época que siempre pensó lo barroco desde
el punto de vista de lo trágico.
También se
mostró crítico con las teorías de lo barroco que perciben en él una
degeneración de movimientos anteriores. El Barroco no implicaría la cancelación
de la norma renacentista. La ruptura de la que se hace cargo el Barroco no es
producto del pensamiento estético del periodo, sino la reacción ante un todo
inmanente incapaz de ofrecer vías razonables de acceso a la trascendencia. El
Barroco prolongaría los principios renacentistas, por ejemplo el criterio de
belleza como una medida proporcionada por la razón natural, que condujo hacia
una concepción histórica de la naturaleza.
Adjudica
Benjamin el entusiasmo barroco por el paisaje, cuando la última palabra en la
huida barroca del mundo, no la tiene la antítesis de historia y naturaleza,
sino la total secularización de lo histórico en lo que es el estado de la
creación. Así, en los dramas barrocos la historia se transformaría en historia
natural, por eso en el análisis de la tragedia no se atendió a la distinción
entre historia y leyenda.
En relación
con ello ha expresado Kracauer que el proceso de la historia se dirimiría
frente a los poderes de la naturaleza, que en los mitos dominarían la tierra y
el cielo, por obra de la débil y remota razón. Y que tras el ocaso de los
dioses, ellos no habrían abdicado –sigue diciendo-; la vieja naturaleza, en
el hombre y fuera del hombre, seguiría afirmándose. Desde ella se habrían
alzado las grandes culturas de los pueblos, que tendrían que morir como
cualquier criatura natural; sobre ese fundamento se han levantado las
superestructuras del pensamiento mitológico que confirmarían a la naturaleza en
su omnipotencia.
El Barroco
opera un olvido del sujeto: los objetos pierden su función específica y el
sujeto pierde con ellos la posibilidad de un horizonte de sentido. La pérdida
de sentido de la experiencia barroca es un hecho inabarcable. El mundo se
presenta lleno de restos simbólicos de generaciones pasadas, atravesado por
normas vigentes que, sin embargo, los sujetos no pueden tomar como
orientaciones válidas. No hay espacio para un mundo de ruinas.
La historia
se plasma, escribió Benjamin como las marcas sobre un rostro o mejor, en
una calavera. Y en esta figura se expresa significativamente como
enigma, no sólo la naturaleza de la existencia humana como tal, sino la
historicidad biográfica propia del individuo. Éste es sin duda el núcleo de la
visión alegórica, de la exposición barroca y mundana de la historia en cuanto
que es historia del sufrimiento del mundo.
[*] vide Maura, E.-
Las teorías críticas de Walter Benjamin. Ed. Bellaterra. Barcelona, 2013.
© Víctor Manuel Gracia.
* * *
Epílogo:
“Contemplada desde el lado de la
muerte, la vida consiste en la producción de cadáveres” -dice Benjamin-. La
muerte no es la que da sentido, retrospectivamente, a la vida, aquella que
justifica su existir y devenir. Desde el punto de vista de la muerte, la vida
sólo consiste en la producción de muerte a la espera, no de un sentido para ingresar
en la inmortalidad, sino de una significación relacionada con la eternidad. Y
es que inmortalidad y eternidad no son, ni significan, lo mismo.
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