viernes, 15 de agosto de 2014

Reflexión sobre la muerte, el memento mori y el holocausto [y II].


II)
En cuanto a su pensamiento político, Kahn no ocultó sus serias reservas hacia el sionismo oficial que creó el Estado de Israel en 1948. Así escribía «El sionismo dejó de surtirse de fuentes talmúdicobíblicas para abrazar medios más adecuados del siglo xx». Comprendía la necesidad de la creación del Estado judío como respuesta a la hecatombe sufrida, a pesar de que la soberanía judía desvirtuaría la misión espiritual del judaísmo. No creía que el sionismo político y profano pudiera judaizar al nuevo Estado judío.
Kahn diferencia a los judíos siónicos de los judíos sionistas: los primeros continuaban la tradición mesiánica del judaísmo religioso, mientras los segundos eran nacionalistas políticos judíos inspirados en el nacionalismo europeo. «Sionismo no es judaísmo. Sionismo es una cosa y judaísmo, otra», afirmó categórico, enfatizando su desconfianza hacia los métodos profanos y laicos utilizados por el liderazgo laborista y la izquierda kibutziana para echar los cimientos del joven Estado de Israel. Diferenciando al Estado-nación, como solución para el problema los judíos, de la misión del judaísmo, Kahn criticaba al Estado sionista.
Llama la atención su rechazo del totalmente polarizado campo de las fuerzas políticas que se enfrentaron en el comienzo del Estado de Israel, las corrientes de izquierda que integraron el primer gobierno del premier David Ben Gurion y también a la derecha sionista revisionista. El primer gobierno de Israel (marzo 1949-octubre 1950), estuvo formado por el laborista partido MAPAI, y las dos corrientes kibutzianas de izquierda MAPAM y Ajdut Avoda, además del Partido Nacional Religioso. El partido de derecha Jerut, fundado por Menajem Beguin en junio de 1948 junto a ex combatientes del Irgun Tzva Leumi (que fue calificado de «terrorista» por los británicos) y miembros del Partido Sionista Revisionista, y del movimiento Betar de derecha radical que fueron catalogados de «fascistas» por la izquierda sionista.
Antes y después, pensadores como M. Buber habían diferenciado críticamente el sionismo religioso del sionismo político, así como diferenciaron la misión espiritual de Israel en el mundo respecto de las acciones políticas y militares del Estado judío en el escenario regional e internacional. Pero Buber no sólo intentó que influyera su humanismo hebreo, también vio con mucha simpatía a las comunas kibutzianas y formó parte decisiva del grupo de intelectuales que propiciaban una salida binacional al conflicto judeo-árabe.
Sin embargo, Kahn ha escrito de un modo contundente sobre la necesidad de que los judíos defiendan su existencia individual y colectiva. Era su comprensión de la empresa sionista de recuperar para los judíos la soberanía estatal, a pesar de que no simpatizó con los métodos profanos del nacionalismo hebreo de escribir la historia judía como una revancha contra la intolerancia y la injusticia, en vez de culminar en la historia del judaísmo.
En síntesis: la crítica de Kahn al sionismo se basó en que, al normalizarse como nación entre las naciones, Israel había renunciado a la misión del judaísmo. Además en esta desviación de la misión de Israel, Kahn advierte que al utilizar la violencia como arma de legítima defensa, el Estado de Israel habría nacido marcado para siempre con la ignominia de ese pecado original.

Y respecto a su pensamiento artístico, Kahn creía que el judío oponía su sobrestimación del arte a su subestimación de la Torá en un mundo profano y mercantilizado. Se mostraba pesimista sobre la posibilidad de una relación Arte y Torá, porque eran, según él, adversarios irreconciliables. «El judío moderno no estima el arte; lo sobrestima […] sus simpatías atenienses devoran su vocación jerosolimitana».
El ingreso de los judíos a la modernidad posibilitó el debut de los judíos en la cultura, la literatura y el arte europeos de un modo impensable. Sin embargo Kahn creía que, a diferencia de los músicos, el aporte de los artistas judíos a la pintura y escultura no fue decisivo, salvo en el caso de Chagall. Recuerdaba que la prohibición bíblica de elaborar imágenes y obras de arte fue interpretada por pueblos de la antigüedad como ineptitud y ateísmo. Luego de la destrucción del Templo y durante el destierro, se erigieron las primeras sinagogas. El antagonismo del arte creador con la Torá cree hallado en el carácter profano de la voluntad de representación del arte moderno. Tal concepción antagónica lo conduce a vaciar de toda manifestación artística el espacio sagrado de la sinagoga y a oponerse a embellecerla como santuario de culto a imagen de las catedrales, la austeridad de la casa de oración era incompatible por naturaleza con esa exigencia. La sinagoga debía seguir siendo la morada la presencia divina.
Por lo tanto, Kahn vislumbró una total disociación entre la judeidad moderna frente a su utopía judaica. Tal oposición irreconciliable reproduce su creencia en la escisión al interno de los judíos que deciden renunciar a ser una comunidad sagrada para devenir un grupo religioso semejante a otras congregaciones cristianas.



[*] Vide el prólogo de Leonardo Senkman a Arte y Torá de M. J. Kahn. Ed. Renacimiento. Sevilla, 2012.

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