lunes, 14 de marzo de 2022

Transparencia, secreto y arrepentimiento.

La ética exige lo transparente, la literatura lo secreto.

Derrida elaboró, en su ensayo ‘Donner la mort’ [aparecido en el trabajo colectivo ‘L'éthique du don en 1992] sobre la obra seudónima de KierkegaardTemor y temblor’, el deslizamiento del texto kierkegaardiano a nuevas posibilidades de juego «filosófico-literario-religioso» según ha escrito Luis Guerrero*.
  Derrida plantea el problema de lo oculto y lo manifiesto, de cómo nuestra civilización occidental ha dado preferencia a lo manifiesto y ha relegado y condenado lo oculto. La referencia a ‘Temor y temblor’ resulta casi obvia, ya que este problema es un punto central de esa obra, la ética exige lo transparente, exige que la acción sea manifiesta, que pueda ser aprobada y aplaudida por la comunidad. Cuando alguien supera una prueba en el terreno ético se vuelve un héroe admirado por los demás.
Además, en Temor y temblor, la literatura es usada para describir ejemplos en los que es posible y necesario el silencio, que es la forma en la que la literatura se presenta más cercana a la ética. La literatura como ‘cosa pública’ es algo exterior y por ende muchas veces juzgada en términos sociales, políticos, éticos; también, por este carácter exterior, el escribir puede tornarse en una actividad que busca el cálculo y el reconocimiento, que busca en última instancia lo exterior. Bajo esta categoría de lo exterior, en la que la literatura es juzgada con parámetros de responsabilidad, la posición de Derrida sobre la literatura está vinculada al secreto, al ocultamiento y al silencio. Un texto dice todo y no dice nada, manifiesta y oculta, tiene una responsabilidad nula e infinita.
En esta misma línea del secreto/responsabilidad, literatura/estética, dice Guerrero, Derrida también aborda el problema del arrepentimiento. Para Derrida, siguiendo con el juego, el perdón presupone lo in-perdonable, y plantea la cuestión de si el perdón viene de fuera (de otro) o si viene de uno mismo (de sí mismo).
 
Así, según Derrida, Kafka -en su ‘Carta al padre de 1919- hace un ejercicio de culparse a sí mismo y de culpar a su padre, pero también, del padre culpándolo a él en palabras puestas en el padre por el hijo (es el hijo el que escribe la carta), con la acusación de que el hijo se ha vuelto un parásito, de él y de la sociedad, por culpa de la literatura; pero al mismo tiempo la carta es una manifestación de perdón, de él, del padre. Kafka, por medio de la literatura, se habla a sí mismos, a los otros, pero también al decir, calla. La literatura es el lugar de todos esos secretos sin secreto de todas esas criptas sin profundidad, sin más fondo que el abismo de la llamada o de la destinación, sin más ley que la singularidad del acontecimiento. Si es la posibilidad de guardar un secreto, la consecuencia es lógica, la literatura cobra la misma fuerza que el relato bíblico, pero también reniega de esa historia, de esa apariencia, de esa herencia. Reniega de esa filiación. La literatura es una forma de pedir perdón, para Derrida no hay literatura que no lo pida desde su primera palabra, de igual manera a como Kafka pidió perdón.


* Guerrero Martínez, Luis (2008).- ¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal?: ética y racionalidad. Ed. Plaza y Valdés. México.

1 comentario:

  1. He visto hace nada una película sobre Derrida, con Derrida: "Por otra parte, Jacques Derrida" ("D'ailleurs Derrida", 2000). Se refiere a algunas de las cosas que menciona hoy aquí, y a otras, episodios de su vida. Si no la conoce tal vez le guste.

    http://www.youtube.com/watch?v=2dFM1OO315k

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