[continúa]
IV
Así
pues, la hegemonía sólo podrá transcurrir y existir mediante la producción de
localidad, mediante globalismos localizados la dominación no se presenta en una
sola dirección y con una única lógica, se territorializa y se materializa de
diversas maneras con una lógica global, reocupando posiciones estratégicas que
la guerra perpetua y su conquista originaria han expropiado del ámbito de la
vida misma.
El
triunfo del espacio estratégico capitalista a nivel global es indiscutible. Sin
embargo, toda guerra siempre encuentra y/o engendra sus resistencias. En la
lógica de la guerra, ante una guerra que ocupa posiciones estratégicas, la
mayor posibilidad de victoria se da en el ámbito de lo concreto, del punto
estratégico que sostiene a toda la arquitectura del espacio hegemónico.
En
cuanto a la noción de la guerra, Foucault piensa que detrás de todas las
instituciones, detrás de todas las formas de Estado y de las distintas
expresiones del derecho, es posible que haya una guerra primitiva y permanente.
Dicho de otra manera: "El poder es
una guerra continuada por otros medios que las armas o las batallas".
La
pregunta de que si la política es la continuación de la guerra, ésta desaparece
o se diluye en la práctica política, ya no se formulará desde la guerra, sino
desde la política, desde las relaciones de poder. Dentro de las instituciones
se presentan conflictos que se transforman en otros nuevos conflictos. La
guerra será vista de otra manera, como la forma que la política utiliza para
evitar el conflicto y la confrontación.
Pero
hay que tener en cuenta que el conflicto no se resuelve en tanto que conflicto,
lo que se transforman son los elementos constitutivos de ese conflicto y, de
esta manera, el conflicto cambia y las relaciones de poder se transforman.
Definitivamente,
la política sería otra forma de hacer la guerra. Sin embargo, para la guerra lo
mejor es un triunfo definitivo. Que se dé una última batalla y desaparezca la
política. Sería el fin de la política y con ella el fin de la libertad.
La
guerra, entonces, es el final de la política, la guerra acaba la política, lo
que se busca con la guerra es la destrucción de la política. Pero no podemos
separar la relación de poder y libertad. La desaparición del conflicto supone
que solamente el vencedor impone las condiciones sin ninguna concesión, de esta
manera el vencido pierde las posibilidades de participar en el mundo unilateral
propuesto por el vencedor.
Por
lo tanto, la guerra no es entonces la continuación de la política, ni la
política sería la continuación de la guerra, porque en cualquiera de sus dos
maneras lo que se busca con la guerra es terminar con la política y con las
relaciones de poder. De esta manera, el concepto de guerra pierde su
importancia para explicar la política, puesto que la guerra no puede existir
sin la política, aunque sea lo que quiera destruir. En cambio, la política sí
existe sin la guerra y las relaciones de poder y dominación lo que buscan es
generar nuevas y diversas formas de ejercicio de la política.
En
última instancia, se trata de observar que aquel aparato hegemónico que en lo
abstracto se percibe como algo impenetrable, indestructible, fuera de todo
alcance humano, en realidad es altamente dependiente de una serie de relaciones
concretas que, como tal, transcurren en lo cotidiano de la vida social. Y las
posibilidades de emancipación, así, están mucho más cerca de lo que los
sentidos comunes y las visiones de mundo dominantes nos han hecho creer. Se
trata, afirma Foucault, de «tomar como
punto de partida formas de resistencia contra los diferentes tipos de poder…
utilizar esta resistencia como un catalizador… que permita poner en evidencia
las relaciones de poder… [y] analizar
el poder a través del enfrentamiento de las estrategias».
En
el espacio estratégico pues, la conformación de nuevos espacios con lógicas
no-capitalistas de articulación y acción y con el claro sentido de subvertir la
normalidad y la regularidad que permitan que la política continúe siendo la
guerra por otros medios, es hoy un imperativo para la emancipación.
La reapropiación de la política desde un
sentido democrático y la solidaridad como principio articulador de la acción, serían
un buen comienzo.
* * *
[*] Foucault, Michel.- Il faut défendre la société. Cours
au Collège de France (1975-76). Ed. Gallimard-Seuil. Paris, 1997.
Otras fuentes:
y
Nota: Todas las imágenes han sido obtenidas de https://www.google.es/
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