Deconstrucción
de la guerra [**].
“…ignoramos
cómo será el escenario de las guerras futuras” (W. Benjamin).
El poder siempre ha encontrado maneras de utilizar
teorías y metodologías concebidas en otros campos. A partir de la segunda mitad
del siglo XX, el rechazo y la crítica radical pueden ser igualmente subsumidos
e integrados estratégicamente como un instrumento al servicio de la hegemonía
del poder. La función táctica de la teoría está, pues, en el nivel en el que
influye en las estrategias.
Así, la
referencia a la necesidad de interpretar el espacio como condición necesaria al
éxito en la guerra urbana, desvela la presencia en el pensamiento militar de
una teoría del lenguaje postmoderna, postestructuralista y deconstructivista.
Por ejemplo, la categoría de disociación, elemento clave del lenguaje de la deconstrucción, que adquiere el
carácter de desmontaje de retículas y elementos que no confían en una eventual
integración futura.
Por ello, la guerra ya no versa sobre la destrucción
del espacio, sino sobre su reorganización como consecuencia del ir y venir a
través de los muros de la ciudad, sometiendo a ésta a una constante
deconstrucción, reestructurando sus
espacios públicos y privados mediante la teoría de la ‘geometría inversa’.
Históricamente, el arte de la guerra conectaba con las
geometrías de las murallas de las ciudades, su ruptura significaba la
destrucción de su soberanía. Por contra, el combate urbano contemporáneo se
centra cada vez más en métodos de transgresión de las limitaciones
representadas por los muros domésticos, demoler elementos constructivos y
atravesar las paredes.
Entonces, la guerra es una cuestión de lectura y de deconstrucción del entorno urbano
existente, incluso
antes del comienzo de la operación.
Existe pues,
una nueva relación emergente entre los conflictos armados y el urbanismo que implica
una concepción de la ciudad no sólo como lugar, sino ante todo como el medio de
la guerra: una materia flexible, casi líquida, que permanece contingente y en
perpetuo movimiento. Frente a un sistema estatal jerárquico, cartesiano,
geométrico, sólido, hegemónico y espacialmente rígido, otro flexible, móvil,
liso, un espacio nomádico similar a una matriz.
Dentro de
esos espacios nomádicos se prevén organizaciones sociales en una variedad
polimorfa y difusa de redes operativas. Los rizomas (igual que las máquinas de
guerra) son organizaciones compuestas por una multiplicidad de grupúsculos que
se caracterizan por su capacidad de adaptación y metamorfosis, dependiendo de
las contingencias y circunstancias.
Se trata
de una reorganización de la sintaxis urbana ejecutada mediante una serie de
acciones microtácticas. Atravesar los espacios domésticos, tras perforar sus
muros, recorriendo pasadizos ahuecados en un tejido urbano denso y contiguo
para atacar al enemigo sin hacerse presente en el exterior.
Las citadas
tácticas se basan en la teoría del enjambre (usada también por B.-C. Han) que
intenta describir las operaciones militares como una guerra no lineal: una red
constituida por una multiplicidad difusa de unidades pequeñas,
semiindependientes pero coordinadas, que operan con todas las demás en una
sinergia generalizada.
Remite a
la inteligencia general de un sistema que es mayor que la inteligencia
combinada que resulta de sus partes constitutivas. Y es que un sistema es ciertamente
una estructura de mecanismos solidarios, cada uno de los cuales depende del
buen funcionamiento de los demás.
Si
pensamos en términos espaciales, las
operaciones lineales tradicionales descansan sobre la base de una geometría
definida. En las operaciones de enjambre, el paradigma tradicional de maniobra
se transforma en una geometría compleja que intenta ser como un fractal. Lo que
dicta las pautas de desplazamiento no es el espacio: por el contrario, es el
propio desplazamiento el que produce espacio a su alrededor.
En términos
temporales, las estrategias militares
tradicionales son cronolineales, una secuencia de eventos. Un enjambre, en
cambio, se basa en acciones simultáneas.
Y desde un
punto de vista organizativo, en lugar
de cadenas de mando lineales y jerárquicas, los enjambres son redes
policéntricas.
Como se ha indicado más arriba, la ciudad no es ya
simplemente el lugar de la guerra, sino su medio y, en último término, su
aparato. Y la guerra
urbana sería la última forma postmoderna de la guerra. Los civiles se
convierten en combatientes y los combatientes vuelven a ser civiles.
Y es que, en el fondo, seguimos pudiendo deconstruir a
Clausewitz con Foucault: “La política es la
continuación de la guerra por otros medios”.
[**] A partir de la deconstrucción
del texto de Weizman, Eyal.- A través de los muros.
Ed. Errata
naturae. Madrid, 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario