Marinetti, Boccioni, Carrà, Russolo. Sintesi futurista della guerra, 20 settembre 1914.
En el pasado siglo, el surgimiento histórico de las
vanguardias artísticas se produjo en la década de 1910 y coincidió con la
culminación del ciclo capitalista marcado por la proliferación de los
monopolios y la extensión de los imperios coloniales, cuyo desequilibrio desembocó
en la primera guerra mundial. La gran industria progresaba con una velocidad
antes desconocida, dada la gran concentración de materias primas en las
metrópolis.
Se produjo también un marcado desfase entre el
estado evolutivo de la tecnología y la actualidad de las artes, vinculadas a
los modelos clásicos. Por ello, lo que propusieron las vanguardias en esas décadas
fue una armonía entre las artes y las nuevas técnicas industriales, de manera
que el arte no apareciera como el anacrónico resto de un pasado definitivamente
clausurado.
Marinetti, el creador del Futurismo, que ya
había dicho provocativamente: "Un
automovile ruggente che sembra correre sulla mítraglia, è più bello della
Vittoria de Samotracia", escribe en 1910, sin ánimo de premonición:
“La guerra es bella porque enriquece un prado
fluorescente con fieras orquídeas de pistolas. La guerra es bella porque
fusiona el tiroteo, los cañonazos, los altos al fuego, la pestilencia y el
hedor de la putrefacción, en una única sinfonía. La guerra es bella porque crea
nuevas formas arquitectónicas de tanques inmensos, formaciones aéreas
geométricas, espirales de humo de los pueblos en llamas”.
*
El movimiento futurista nunca perdió el rastro de su
primario instinto de sedición. Como otras vanguardias históricas que no quisieron
ser meramente movimientos artísticos sino movimientos vitales, el Futurismo
supo, así, conjugar una gran multitud de facetas artísticas y fue también
ideología, una ideología que le condujo, caso único en la historia de las
vanguardias, a formar su propio partido político, el Partido Futurista
Italiano, con innegables analogías fascistas.
Menospreciantes los futuristas con la mujer, [lo que llega a ponerse
de manifiesto en esta descripción ‘marinettiana’ del tango: “Poseer una mujer
no es apretarse contra ella, sino penetrarla... ¿Una rodilla entre los muslos?
Vamos, hacen falta dos... ¿Les parece muy divertido enarcarse desesperadamente
el uno sobre el otro para descorchar la botella del espasmo, sin llegar nunca a
él?... Cuentagotas del amor. Miniatura de las angustias sexuales. Almíbar del
deseo. Lujuria al aire libre. Manos y pies de alcohólicos. Mímica del coito
para el cine. Vals masturbado… ¡Viva la brutalidad de una posesión violenta y
la bella furia de una danza muscular exaltante y fortificante!...”], podría no
entenderse el motivo por el cual algunas de las más vivaces mujeres de la época
se adscribieron al movimiento. Como se les exigía a ellas apoyar también
los sueños de violencia, lo hicieron con más radicalidad en otra guerra. Una futurista, Valentine de Saint-Point, afirmaba
entonces: “La humanidad
es mediocre. La mayoría de las mujeres no son superiores ni inferiores a la
mayoría de los hombres. Son iguales. Los dos merecen el mismo desprecio”.
Y, revindicando
cierta virilidad femenina, escribió: “Que las próximas guerras susciten
heroínas semejantes a aquella magnífica Caterina Sforza, quien, mientras
sostenía el asedio de su ciudad, viendo desde lo alto de los muros a sus enemigos
amenazarla con la vida de su hijo para obligarla a rendirse, mostrando
heroicamente su propio sexo dijo: ¡Matadle entonces!, ¡me queda el molde
para hacer otros!”.
Antonio Sant’Elia. Città nuova,
casa a gradinada su due piani stradali, 1914.
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