miércoles, 16 de marzo de 2022

Casi una peroración.

Epílogo de Transparencia, secreto y arrepentimiento.

Sobre la crisis del judaísmo asimilado, tara innata, según Karl Kraus, de la literatura judeo-alemana, Kafka escribió a Max Brod: “más que el psicoanálisis… este complejo paterno del que más de uno se alimenta espiritualmente no se refiere al padre inocente, sino al judaísmo del padre. Lo que querían la mayor parte de los que comenzaron a escribir en alemán, era abandonar el judaísmo, generalmente con la vaga aprobación del padre…”
Esa dolencia de la literatura es en realidad una dolencia profunda de la vida, de modo  que la joven generación judía tendrá derecho a hacer a sus mayores, incapaces de encontrarse e incapaces de separarse de ellos, los amargos reproches que, en la célebre carta que le escribió a la edad de treinta y seis años, Kafka dirige a su padre para intentar desentrañar las causas de su mutuo distanciamiento.
Hermann Kafka, su progenitor, no es en absoluto el inocente padre que el Edipo griego [obsérvese en el término la reputada oposición entre helenismo y judaísmo] está destinado a matar, es más bien el padre culpable, doblemente culpable de ser lo que es y de no serlo verdaderamente. Ser todavía demasiado judío, para romper con una tradición exangüe, y de serlo demasiado poco, para transmitir una existencia asentada en la misma. De suerte que una familia judía, especialmente bajo el horizonte alemán, vivía crónicamente en estado de crisis, por así decirlo.
 
Kafka, en esa requisitoria apasionada, separó del ‘complejo de Edipo’ el motivo incestuoso que constituye precisamente la ‘complejidad’ y que acusa. Porque para Kafka, como estudió Marthe Robert, el psicoanálisis no es en primera instancia una teoría general de la psique humana, que encuentra su sentido en el contexto de la vida, de penas y alegrías, judía.

lunes, 14 de marzo de 2022

Transparencia, secreto y arrepentimiento.

La ética exige lo transparente, la literatura lo secreto.

Derrida elaboró, en su ensayo ‘Donner la mort’ [aparecido en el trabajo colectivo ‘L'éthique du don en 1992] sobre la obra seudónima de KierkegaardTemor y temblor’, el deslizamiento del texto kierkegaardiano a nuevas posibilidades de juego «filosófico-literario-religioso» según ha escrito Luis Guerrero*.
  Derrida plantea el problema de lo oculto y lo manifiesto, de cómo nuestra civilización occidental ha dado preferencia a lo manifiesto y ha relegado y condenado lo oculto. La referencia a ‘Temor y temblor’ resulta casi obvia, ya que este problema es un punto central de esa obra, la ética exige lo transparente, exige que la acción sea manifiesta, que pueda ser aprobada y aplaudida por la comunidad. Cuando alguien supera una prueba en el terreno ético se vuelve un héroe admirado por los demás.
Además, en Temor y temblor, la literatura es usada para describir ejemplos en los que es posible y necesario el silencio, que es la forma en la que la literatura se presenta más cercana a la ética. La literatura como ‘cosa pública’ es algo exterior y por ende muchas veces juzgada en términos sociales, políticos, éticos; también, por este carácter exterior, el escribir puede tornarse en una actividad que busca el cálculo y el reconocimiento, que busca en última instancia lo exterior. Bajo esta categoría de lo exterior, en la que la literatura es juzgada con parámetros de responsabilidad, la posición de Derrida sobre la literatura está vinculada al secreto, al ocultamiento y al silencio. Un texto dice todo y no dice nada, manifiesta y oculta, tiene una responsabilidad nula e infinita.
En esta misma línea del secreto/responsabilidad, literatura/estética, dice Guerrero, Derrida también aborda el problema del arrepentimiento. Para Derrida, siguiendo con el juego, el perdón presupone lo in-perdonable, y plantea la cuestión de si el perdón viene de fuera (de otro) o si viene de uno mismo (de sí mismo).
 
Así, según Derrida, Kafka -en su ‘Carta al padre de 1919- hace un ejercicio de culparse a sí mismo y de culpar a su padre, pero también, del padre culpándolo a él en palabras puestas en el padre por el hijo (es el hijo el que escribe la carta), con la acusación de que el hijo se ha vuelto un parásito, de él y de la sociedad, por culpa de la literatura; pero al mismo tiempo la carta es una manifestación de perdón, de él, del padre. Kafka, por medio de la literatura, se habla a sí mismos, a los otros, pero también al decir, calla. La literatura es el lugar de todos esos secretos sin secreto de todas esas criptas sin profundidad, sin más fondo que el abismo de la llamada o de la destinación, sin más ley que la singularidad del acontecimiento. Si es la posibilidad de guardar un secreto, la consecuencia es lógica, la literatura cobra la misma fuerza que el relato bíblico, pero también reniega de esa historia, de esa apariencia, de esa herencia. Reniega de esa filiación. La literatura es una forma de pedir perdón, para Derrida no hay literatura que no lo pida desde su primera palabra, de igual manera a como Kafka pidió perdón.


* Guerrero Martínez, Luis (2008).- ¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal?: ética y racionalidad. Ed. Plaza y Valdés. México.

viernes, 11 de marzo de 2022

Negación, de nada.

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- Pregunta: “¿Qué es lo que es y no es?”.
- Respuesta: “Nada”.
Lo que significa tanto “nada”, es decir que ninguna cosa es y no es al mismo tiempo, o también “la nada”, ya que la nada es ‘nombre’ pero no es ‘cosa’ en realidad, según Alcuino. ‘ Disputatio’ con Pipino (siglo IX).

Pero por el contrario, según Fridegiso, todo nombre definido con sentido determinado (piedra, madera, etc.), como sujeto de un enunciado significa algo. Si ‘nada’ es un nombre definido, significa algo determinado, algo que es, una cosa existente. Es imposible que un nombre finito no sea algo.
La “nada” es algo realmente existente y no sólo la ausencia de algo [S. Agustín]. Su raíz etimológica, res nata, significa cosa nacida. La nada es, pues, significativa, pues sobre ella reposa o se asienta el ser [Heidegger].
"¿Por qué hay algo y no más bien nada?".
Fridegiso de Tours planteaba que si la nada no es “nada”, la nada no sería lo que es, lo que es una contradicción. Si no, la nada existe y es algo. La negación, por antífrasis, obliga a que sea algo, porque si la nada es nada, equivale a que la nada sea algo.
No se puede negar la existencia de la nada.
Por ello, la nada es innegable.

Y es a partir de la nada que se creó la tierra (el lugar), y el aire, el agua y el fuego (los principios). Así nos dice el ‘Séfer Yetzirá’ (siglo II):
“A través de treinta y dos vías misteriosas de sabiduría
YHVH ha creado su universo
de tres maneras:
con la escritura, con la cifra y con el relato [su forma de combinación para explicar las cosas]”.
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