La elaboración de teorías con pretensiones explicativas ha pasado de moda. Cualquiera que ose expresar un pensamiento coherente,
una tesis de crítica social, una reflexión que se sitúe por encima de la democracia y el libre mercado, se hace
sospechoso. El aparato teórico conceptual es visto como un
incordio, y así, se podría hablar casi de una desconceptualización de las ciencias
humanas y sociales, que forma parte de la fenomenología de una época que ha llegado
al final de la que fue hasta ahora historia de las teorías.
No carece de ironía que precisamente de ese modo se derrumbe el viejo
muro que separaba a la filosofía de la vida y al espíritu de la sociedad. Se
trata del universal impulso, esencial al capitalismo, de vender todo lo que sea
vendible. En una economía global de casino, el espíritu se convierte en filosofía
ludópata para uso doméstico de la máquina dineraria automatizada.
Frente a ello harían falta, desde luego, nuevos conceptos o cuando menos
un nuevo uso de los conceptos viejos, en resumen, una nueva teoría que reaccionara
ante los cambios sociales y formulara una crítica de la sociedad que corresponda
al nuevo terreno histórico. Si la teoría no se atreve ya a mostrarse en público
sino andando de puntillas, tan lastimoso estado tal vez se deba a la ‘muerte’ del
marxismo. Con el desmoronamiento de los conceptos marxistas se desmorona la
conceptualidad de la teoría en cuanto tal, porque el marxismo parecía ser la ‘sublimación’
de la herencia de la filosofía. Ahora, en cambio, este punto de referencia,
sea positiva o negativa, parece desvanecerse sin dejar rastro. Pero, como
escribe el anterior responsable de Krisis Robert Kurz (*), quizás el judío alemán Karl Marx haya sido
enterrado esta vez con más precipitación que nunca…
Hay que salir a tientas del laberinto de la modernidad, guiándonos por
la crítica radical marxiana de la mercancía y del dinero. En Marx mismo, el
plano inmanente de la teoría está continuamente relacionado con la crítica
radical del valor en cuanto tal
valor. El problema, continúa Kurz, no era el valor o la forma social de la
mercancía, sino únicamente la plusvalía impuesta desde el exterior. El concepto
de fetichismo sería la
categoría central de crítica, ascendiendo desde el fetiche-mercancía al fetiche-dinero.
Hacer reconocible mediante una crítica el propio fetiche del trabajo. El problema ya no es la explotación en la forma valor, sino el trabajo
abstracto mismo, esto es
la utilización abstracta y empresarial del ser humano y de la naturaleza. El ‘trabajo’
ha perdido toda dignidad, no sirve ya sino para asegurar, a un coste cada vez
más ruinoso, la continuidad del sistema capitalista globalizado.
La economía de mercado y
la democracia occidental, como formas fenoménicas
del fetichismo moderno, ya no son prácticamente capaces de integrar a la inmensa
mayoría de la humanidad.
(*) A.A.V.V.- El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. 2ª edición, febrero 2014. Ed. Pepitas de calabaza. Logroño.
(*) A.A.V.V.- El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. 2ª edición, febrero 2014. Ed. Pepitas de calabaza. Logroño.
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